¡Luisito no comunica!
“La palabra ‘comunicación’ proviene de las formas latinas communicatio, communicatiōnis, sobre el verbo comunicar dado por el latín communicāre, construido sobre el sustantivo communis, que remite a común en alusión a información de carácter e interés público, compuesto por el prefijo com-, entendiendo acuerdo, unión o encuentro, sobre la raíz indoeuropea ko, por la acción de juntar, y el término munis, al respecto de una ocupación, deber o función, demostrando su consistencia en palabras como municipio (en el latín municipium) o comunidad (pautado por la forma latina communĭtas), con raíz en el indoeuropeo mei-, por cambiar, no obstante, munis es el resultado de conjugar las raíces indoeuropeas ko y moin-, como sufijo de mei-. Para comunicación, se configura el sufijo -ción, que toma las formas latinas -tio, -ōnis, a razón de acción y efecto; para comunicar, responde el componente latino -icare, respecto de ‘llevar’ adelante”, indica portal etimologia.com.
Ciertamente una definición etimológica un tanto compleja para una acción humana tan sencilla: la comunicación o la idea colectiva de comunicar algo. Una, o varias ideas: una propuesta, un sentimiento, una convicción, una solución, o simplemente un conjunto de propósitos próximos a la integración en beneficio de un colectivo.
Esencialmente, el significado de comunicación está referido a la acción de poner pensamientos en común con otras personas, en consecuencia, lo común es todo aquello que se comparte.
A dos años y cuatro meses de gobierno, el presidente Luis Arce Catacora mantiene un gran silencio social, comunicacional y económico sobre el estado del país. También, desde luego, sobre ciertos temas internacionales.
Habla, vocifera, alucina con una estructura de país distópico y ajena a nuestra realidad, pero no es capaz de consensuar ideas, conceptos claros y reales en función de viabilizar un plan integral de Gobierno que le dé consistencia a su administración.
No menciono comunicación estrictamente política, porque desde hace 16 años ya no forma parte del discurso resiliente, cohesionador, amplio, democrático y colectivo en este país. En cambio, la politiquería, está hasta en la sopa: deleznable, vomitiva y caótica como siempre.
Esta Bolivia que se conduce sola, casi como echándole un guiño a los coches autónomos de Tesla, ya se ha estrellado varias veces en su destino aciago. La política como concepto ha desaparecido por completo. Vivimos diariamente un pugilato, no sé si montado o real, de masistas viejos o viejos masistas que interaccionan escenarios casi obscenos en el los que, sin pudor, imponen sus miserias a la necesidad urgente de hallarle un destino económico y próspero a este país. Dimes y diretes, acusaciones, contraacusaciones de corrupción, narcotráfico, agresiones físicas, insultos, y juicios al por mayor.
La reflexión aristotélica del homo politicus que utiliza su capacidad de relacionarse y crear polis en pos de vivir en comunidad y armonía se hacho añicos, ha sido sustituido por el significado crudo de esa dicotomía tan endiablada: ética-política son dos términos brutalmente contradictorios.
Vivimos bajo un gobierno al garete. Sin una intención colectiva que aglutine a su población. Mientras tanto el presidente Arce se desgasta en silencio, o con su silencio; no porque, a diferencia de Evo Morales, hable y deteriore su imagen con actos bochornosos, sino, porque no asume una posición ejecutiva que sea capaz de irradiar confianza.
Certidumbre e incertidumbre son dos instancias que, dependiendo de cómo se los exponga o se los cree, interaccionan con puntos sensibles en la población, produciendo un estado de seguridad o de inseguridad, respectivamente. La duda o la certeza son, más que conceptos, sentimientos que se apegan a la verdad o a la mentira. Desde Aristóteles: "Decir de lo que es que no es, o de lo que no es que es, es lo falso; decir de lo que es que es, y de lo que no es que no es, es lo verdadero". Así pues, cuando se dice una mentira obvia se está distorsionando una realidad específica que necesita ser corroborada.
Luis Arce Catacora no comunica, crea incertidumbre, desconfianza.
En La microfísica del poder, Foucault enfatiza en que: "El poder no es un fenómeno de dominación masiva y homogénea de un individuo sobre los otros, de un grupo sobre los otros, de una clase sobre las otras; sino tener bien presente que el poder, si no se lo contempla desde demasiado lejos, no es algo dividido entre los que lo poseen, los que lo detentan exclusivamente y los que no lo tienen y lo soportan. El poder tiene que ser analizado como algo que circula, o más bien, como algo que no funciona sino en cadena. No está nunca localizado: aquí o allí, no está nunca en las manos de algunos, no es un atributo como la riqueza o un bien. El poder funciona, se ejercita a través de una organización reticular.
Y en sus redes no sólo circulan los individuos, sino que además están siempre en situación de sufrir o de ejercitar ese poder, no son nunca el blanco inerte o consintiente del poder ni son siempre los elementos de conexión. En otros términos, el poder transita transversalmente, no está quieto en los individuos”.
La concentración del poder económico se basa fundamentalmente en la concentración del poder político, y viceversa. Son una correlación de fuerzas que obligan irremediablemente a lo que hoy vive Bolivia: un adormecimiento intelectual y de liderazgo que subyace en una estructura política labrada a golpe de martillo y de discursos desfigurados que ya han conseguido el conformismo y la resignación.
¡El poder atado al 2025! No importa cómo, importa el para qué. En perspectiva, el mensaje que llega al ciudadano de a pie es: desgastar la imagen de Arce Catacora para fortalecer, vía intravenosa, la de Evo Morales. Una fórmula nada descabellada, tomando en cuenta el grado de consanguinidad.
Actualmente el Gobierno gasta lo que no tiene. Un poquito de austeridad en el gasto público no le vendría nada mal.
Se ostenta lo poco que se logra. No importa el futuro como visión de bienestar y progreso, importa más el presente en el que se baila, se farrea y se zapatea lo poco o lo mucho que se tiene. El porvenir se lo ejerce naturalmente. ¡No se lo forja! ¡No se lo construye! ¡Se lo consume! ¡Se lo deforma!
Hoy, más que nunca, Bolivia necesita de una luz reveladora que guíe caminos y abra ventanas para no dormirse la eterna idiotez.
Frente al silencio de Luisito, la palabra colectiva se debe alzar reveladora: “Ama ch’in” (no callar), sugería el padre Xavier Albó.
El autor es comunicador social
Columnas de RUDDY ORELLANA V.