Sistema de desprotección internacional de los DDHH
Cinco comisionados de la CIDH llegaron el 27 de marzo a verificar la situación de los derechos humanos (DDHH) en el país. Un comunicado de la OEA los nombra: “La delegación estará liderada por la Presidenta de la CIDH, Comisionada Margarette May Macaulay e integrada por el Comisionado Joel Hernández, Relator para Bolivia, las Comisionadas Esmeralda Arosemena de Troitiño, Primera Vicepresidenta y Relatora sobre los derechos de los Pueblos Indígenas y Julissa Mantilla Falcón, Relatora sobre los derechos humanos de las mujeres, así como por el Comisionado Stuardo Ralón Orellana, Relator sobre los derechos de las personas privadas de la libertad en Bolivia”.
Su primera actuación pública fue participar en un acto de “desagravio” a los autores del fraude electoral de 2019 que derivó en una crisis política aguda, por supuestas “violaciones a sus DDHH”. Acto organizado por el régimen masista, pretendiendo desterrar de la memoria el Análisis de Integridad Electoral (disponible en Internet) realizado por expertos de la misma OEA en aquella coyuntura, y que identifica 12 acciones deliberadas que buscaron manipular el resultado de la elección, 14 irregularidades graves, 8 errores y 2 indicios, todos imputables a los perpetradores hoy “desagraviados”. Acto de la misma laya que el fallo espurio de los masistas en función de tribunos constitucionales que declararon inconstitucional la Constitución y la modificaron usurpando la soberanía popular sobre la base del inexistente derecho humano del tirano y su par, dispuestos a perpetuarse en el poder.
¿Cuál es la explicación de la complicidad de estos personeros de la CIDH con el sainete? ¿Desinformación? ¿Debilidad mental? ¿Dádivas? ¿Afinidad política ideológica?
A los 9’36’’ de su conferencia Mecanismos de protección en los órganos de los tratados del sistema universal (disponible en YouTube), el especialista Fabián Salvioli afirma sobre los organismos internacionales de DDHH: “(…) se componen de personas expertas independientes, más o menos, eso dicen los tratados (…) hay de todo, como en la viña del Señor (…) hay personas expertas independientes, claro que sí; hay personas expertas no tan independientes, claro que sí; hay personas no tan expertas pero que son independientes con muy buena voluntad, claro que sí, y hay ni expertas ni independientes que son un desastre (…) como en la vida…”.
Quienes llegaron a Bolivia están entre las últimas, son un desastre, pues en el mejor de los casos no tienen competencia para la función que desempeñan, y, en el peor, son cómplices de los regímenes violadores de los DDHH y de sus esbirros.
¿Cómo se explica que individuos descalificados ocupen tan altos cargos en el que ha venido en denominarse “sistema internacional de protección de los DDHH”, uno de cuyos componentes es, precisamente, la CIDH? El mismo Salvioli apunta “que no se puede pretender que las organizaciones internacionales sean mejores que las sociedades que las componen (…)”. Más propio habría sido decir: “Mejores que los Gobiernos que los promueven”, pues el procedimiento para su designación requiere el auspicio de quienes tienen el poder en los Estados miembros del organismo internacional respectivo. Con tal precisión, se trata de que a tal Gobierno, tal representante, con identidad entre sus naturalezas y tendencias.
Más aún. La composición de las estructuras de estas organizaciones internacionales resulta de oscuros juegos de interés, con aplicación de múltiples estrategias, unas más y otras menos limpias. Al final de cuentas, las obras humanas combinan talentos y miserias, con mayor razón si tienen algo que ver con el poder.
No es vano recordar que el certificado de nacimiento de la ONU, surgida como alternativa de resguardo de la paz, y la declaración universal de los DDHH, lleva también la firma de los representantes del régimen estalinista que simultáneamente a tales hechos ejecutaba uno de los genocidios de mayor alcance en número de víctimas y duración registrados en la historia, como expresión patente del fenómeno totalitario. Por eso no deja de tener sentido que se haya adjuntado y se siga adjuntando contenidos al catálogo civil y político primigenio de los DDHH para que la mezcla lo anule y se haga tan fácil ignorar la vulneración de la libertad y la igualdad formal donde existen regímenes herederos del estalinismo, como Cuba; mientras se despliegan grandes esfuerzos y recursos para imponer el dizque derecho humano de las mujeres a abortar y el populismo punitivo contra los hombres por una mirada simplista —adrede e interesada— de la problemática de la violencia.
Que la ganancia del vergonzoso incidente protagonizado por los cinco extranjeros alineados con el bloque antioccidental vinculado con el crimen transnacional sea despertar conciencia acerca de que las soluciones a los problemas que nos atañen vendrán desde dentro, no desde este sistema de desprotección internacional de los DDHH.
La autora es abogada
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