La política en tiempos pasados
El lector serio sabe que estamos atravesando la crisis de valores más destructiva que ha conocido la humanidad, sobradamente sabe que la sociedad mundial está siendo idiotizada, idiotización que emerge no por generación espontánea, sino que ha sido posicionada por poderes mundiales inconfesables empleando ya no solamente los tradicionales medios de comunicación especialmente visuales, sino utilizando instrumentos digitales de la nueva era aberrante, como el básico teléfono celular e induciendo al mal empleo del internet.
Basta ver la abominable malla curricular que se está imponiendo en el sistema educativo. Las encuestas muestran que los educandos no saben ni siquiera quién es Eduardo Abaroa, pero a los inmaduros tempranamente se les enseña, por ejemplo, cómo, cuándo deben hacer el sexo arguyendo que niños y niñas ya han visto pornografía en internet, o sea que en vez de neutralizar esta aberración agregan más leña al fuego.
Desde luego que esta desgracia tiene un fin: el dominio total del mundo de parte de una minoría insignificante que busca esclavizar a los ocho mil millones de habitantes de la Tierra y, de esta manera ingresamos en política, ciencia y práctica que se habría creado para bien de la humanidad y que hoy es desnaturalizada usando en cada Estado a operadores políticos serviles que ofician de simples regentes o administradores de este nuevo orden mundial.
De ahí el esmero en ubicar en las más altas magistraturas a simples pelafustanes rebosantes de ignorancia, torpeza y brutalidad. “¡Qué democracia ni que ocho cuartos!”.
En cuanto a lo nuestro, a Bolivia, antes, el político de cuño poseía una envidiable formación cultural, era un intelectual completo, teórico, doctrinario, principista. Su mundo se centraba en la filosofía, la ciencia política, la literatura, la sociología, la antropología, la teoría política, el derecho político, etc. Felizmente no habían sido creados aún los analistas políticos, sus profecías hubieran arrancado risas.
Los partidos políticos contaban con escuelas o institutos de capacitación y formación política de las que emergían ideólogos de nota, como René Zabaleta, con cuyas ideas no comulgo, que egresó del Instituto de Capacitación Política del MNR bajo la dirección del teórico, filósofo Ernesto Ayala Mercado y otros incontables ideólogos de peso.
Hoy realmente es para llorar. ¡Hay que ver el Parlamento!, el nivel de discusión, muchos de los parlamentarios no conocen el idioma y para hacerse entender acuden a las trompadas, acto inaudito que ni en caso de locura colectiva se hubiera visto en el Congreso de tiempos pasados.
Y es en este ámbito que, entre otras cosas, se brega inútilmente por contar con una justicia compuesta por profesionales libres, cultos y altamente profesionalizados. O estoy loco o soy un vulgar pesimista.
Columnas de GONZALO PEÑARANDA TAIDA