Kung-fusión
Tenemos motivos fundados de preocupación y pesimismo. Dedicamos mucho tiempo a pensar, hablar y escribir sobre ellos, buscando la luz al final del túnel y, ojalá, las rutas para alcanzarla. Pero no somos ilusos para creer que todo es cuestión de voluntades aisladas, de creatividad explosiva en el mundo real o virtual. Por eso mismo se comprende la sensación de vacío al caer al abismo que nos invade y aprisiona. Por eso mismo, sabiendo que no cejaremos en el esfuerzo persistente por vocación y convicción, bien vale la pena alguna vez tomarse la licencia de cambiar la perspectiva y entonces mirar, lo mismo, pero no igual. Ya no para preocuparnos, sino para encontrar la veta del humor a la desgracia. Y eso sí no es difícil.
“Da para reír mucho”, me dijo hace 16 años un joven perspicaz que no se perdía los noticieros televisivos nacionales ni las horas de horas de los discursos de los principales representantes de los recién llegados al poder en ese tiempo. La razón estaba de su lado, pues cuando comentarios en el entorno próximo me ponían al tanto de la colección de insensateces e incoherencias saliendo a borbotones de aquellas fauces ensimismadas en su autoconvencido desvarío, carcajeaba a mandíbula batiente.
Daba para reír entonces y sigue dando para lo mismo hoy, más, gracias a la tecnología acelerada y aceleradora de la vorágine de información que nos pone sí o sí y mal que nos pese, ante la realidad surreal inaugurada oficialmente en 2006. Aquella expresión de uno de los voceros del desastre espetada en mis mismas cara y casa: “Guarde su capacidad de asombro”, debió ser “prepárese para reír como nunca antes”.
De la contribución del ex se ocupó, en más de una edición, un compilador ingenioso que habrá ganado algún dinero publicando juntos tantos dislates. Ocurrencias del más alto grado del ridículo como “el pollo que comemos está cargado de hormonas femeninas, por eso, los hombres cuando comen ese pollo, tienen desviaciones en su ser como hombre”, o su obsesión con el imperio romano diciendo que los indígenas del Caribe preferían suicidarse antes que sometérsele y “nuestros abuelos lucharon históricamente contra toda clase de imperios, imperio inglés, imperio romano…”. Sin embargo, sería justo reconocer los invalorables aportes de algunos otros en homenaje a su inclusión por la tan mentada equidad.
Hagamos memoria pues. De aquello sobre la copulación de las piedras, afirmación hecha en tono heurístico sin revelar su origen en la mitología indígena, a la consagración de unos derechos “cósmicos” que implican, sin duda, la extinción de la especie humana como condición de su efectividad, ya se tiene un material de primera, complementado con los consejos para leer las arrugas de los ancianos y deshacerse de los libros, símbolos del poder diabólico llamado ciencia, dar a los niños coca como alimento principal —sin precisar si machucada o no—, mejorar el rendimiento sexual con papalisa, el “viagra” andino, absteniéndose de los placeres de la carne por 40 días en preparación del solsticio de invierno según la sabiduría del nuevo profeta ancestral.
El mismo que finalmente nos contó qué es el “proceso de cambio” al poner en plena plaza Murillo un reloj que marcha hacia el pasado y registrar en una memoria documentada de sesión de alto vuelo en la cancillería, el aporte del maestro shaolin kung fu que le patearía el nido después, que se trata de descolonizar limpiando el colon, es decir, rumbo a las cavernas cagando a diestra y siniestra. Todo con el fondo musical de El cóndor pasa interpretado por él mismo. Reconozcamos que en este ámbito hasta aquí ya merecemos una distinción mundial al desquiciamiento.
Saltando al presente, son ineludibles las declaraciones de un postulante a magistrado: “incorporar genoma humano con conocimiento (…), ahora vas a tener papa como tribunal constitucional, tus normas vas a tener genéticamente en tu cuerpo (…) ahora vamos a tener vibraciones en el cuerpo con conocimiento (…), voy a agarrar un doctor que tiene conocimiento, me va donar su gen y lo voy a incorporar en la papa”. La pregunta es si se logrará esto descolonizando o no; tal vez no, porque la sabiduría podría escapar del cuerpo por algún orificio, quien lo sabe. Como ineludible es el, la y lo acto, acta y acte flameando el arco iris en la casa del pueblo.
Contexto pluri globalista postmoderno del vivir bien. ¡Hurra!
La autora es abogada
Columnas de GISELA DERPIC