Crisis
Bolivia ha sido remecida, el último fin de semana de mayo, por el violento hecho perpetrado contra el interventor Colodro, del Banco Fassil. La investigación se halla en curso. Y sólo el tiempo, además de una pesquisa transparente y justa, dará con los culpables.
Bolivia asiste a la cobertura informativa sobre el tema y el gran público opina, porque ha sido alimentado por una gran cantidad de mensajes que llega a sus ojos antes que, por ejemplo, a ojos de su familia, tal como sucedió con la supuesta carta póstuma que dejó el interventor.
Por supuesto, se produce el cruce entre periodismo y sensacionalismo. Las redes sociales ardieron. Y salieron periodistas con coberturas “desde el lugar de los hechos” y no faltó quien avisó que estaba en peligro y prefería salir del país, antes de seguir informando sobre este tema.
Notamos con estupor que el gran público desea, y a momentos goza, con las noticias sangrientas.
Y allí se produce otro cruce: ¿Qué debe hacer un periodista entrenado y preparado en el arte de informar adecuadamente? ¿Cubrir el hecho y dar cuenta de todo tipo de detalles escabrosos, o dejar que los fiscales e investigadores, asignados al tema, hagan su trabajo?
Hace 16 años que la prensa boliviana destapa casos terribles y éstos quedan en nada. Sin culpables en la cárcel. La justicia ha quedado sometida al aparato gubernamental, que hace y deshace a su antojo, colocando a los jueces a su servicio.
De ahí que vimos cómo maltrató los infortunados casos de José María Bakovic, de los esposos Andrade, o del hotel Las Américas, por nombrar unos pocos. La justicia en Bolivia es poco eficiente, por decir lo menos. Y su economía descansa en el narcotráfico.
A ese triste panorama se añaden las situaciones de crisis, en las empresas. Y allí surge la comunicación estratégica. La veo como la herramienta más útil para allanar el camino a los periodistas serios. No a los que buscan el show o el autobombo.
Pero en este caso en particular, en un país donde algunos editores y jefes de prensa quieren víctimas llorando en cámaras, deja mucho que desear la calidad y el nivel informativo de quienes informan.
No todos. Hay muchos periodistas de alto nivel profesional. Serios, responsables y que manejan éste y otros temas con cuidado. Pero están los que no lo son y celular en mano acuden hasta edificios y graban lo que captaron las cámaras de seguridad, emiten las imágenes, ganan likes y creen que con eso ganan su salario. Esas personas no investigan, y no hacen llamadas de contraste.
Qué fácil es “repostear” una imagen, pero qué difícil llamar y verificar con una fuente. El periodismo ha muerto en manos de quienes usan su nombre buscando “alcance”.
Columnas de MÓNICA BRIANÇON MESSINGER