Los periódicos y su época
Cuando yo era un niño, llegaban a la casa de mis padres dos periódicos todos los días, y hasta había peleas sobre quien leía primero cual, y cómo debía ser (des) ordenado. Mi madre me contaba que cuando la familia vivió en Oruro, ella esperaba con tales ansias los periódicos de La Paz que llegaban en flota, que a veces hasta iba a la parada para acceder a ellos lo antes posible, recién a las 2 de la tarde. El periódico era parte importante del cotidiano de mucha gente, aunque tampoco de tanta y lo siguió siendo hasta hace muy poco.
Muchos años después, en mi juventud, me topé con una entrevista que un famoso periodista italiano de los años 20 le hizo a la última reina de Nápoles, María de Wittelsbach, que exiliada de sus dominios, y ya anciana vivía en un pequeño apartamento en Múnich, había empobrecido completamente, hasta le tocó hacer cola para las raciones de comida que se distribuían en esos momentos de gran crisis de la postguerra durante la República de Weimar.
Una (ex) reina empobrecida daba para mucho, y la entrevista es imperdible, la heroína de Gaeta, que además era muy bella, destronada por Garibaldi y los suyos, ahora en un mundo donde habían sucumbido las otras monarquías relacionadas con su familia. El periodista le preguntó, ¿qué era lo que más extrañaba del bienestar del pasado?, y ella respondió que los periódicos, que no poder comprarse periódicos la tenía extremadamente triste. —Antes recibía hasta seis publicaciones de Italia— dijo. Cuando en la entrevista se publicó esa aseveración no cayó en saco roto, varios periódicos italianos empezaron a enviar a la exmonarca, en forma regular, sus publicaciones.
María de Nápoles fue la última reina de ese mundo tan bien descrito por Lampedusa en su famoso Gatopardo, ese mundo que desapareció, que dejó a los “leopardos” fuera de la vida pública, porque los nuevos tiempos correspondían a las “hienas”, como lo dijo tan lacónicamente el personaje principal de la gran novela.
Estos días ha muerto un gran proyecto en nuestro país, un periódico que se ocupó de temas importantes y tomó en serio la labor que tiene en la vida pública un diario, vale decir, ser crítico al poder, ser incómodo al poder. Cuando me enteré del cierre de este, lugar que había sido mi casa como columnista en mi ciudad, además de la tristeza me vino una sensación de fin de época.
El Gobierno hizo lo suyo, como bien lo describió el señor Garafulic, presidente del directorio de Página Siete, pero lo cierto es que un objeto que creó un modo de vida, que fue importantísimo para la democracia en su momento, y cuyo uso implicaba ciertos deliciosos rituales, no está pasando una mala racha, sino que está en vías de extinción.
El periódico impreso en papel, tiene sus días contados como producto de información masiva. La modernidad, la tecnología, la democratización de la palabra escrita, de la comunicación y de la intercomunicación, han hecho estragos con un servicio importante que, además, una vez fue un muy buen negocio. Eso ya no lo es más en el mundo en general, y en Bolivia en particular.
Estoy profundamente agradecido a Los Tiempos, el periódico cochabambino que me acoge desde hace 13 años, y al que le auguro una vida más larga que la mía, pero no dejo de estar consciente de que estamos viviendo el final de una época.
A principios del siglo XX sucumbieron casi todas las monarquías europeas, sobrevivieron solo las que supieron acomodarse a los tiempos, algo similar está pasando en este principio de siglo con los periódicos. El futuro de la comunicación es digital, eso lo sabemos hasta los legos.
Hoy comienzo una nueva etapa en mi columna, La curva recta, que ya tiene más de un cuarto de siglo, escribiendo también en un portal en el ciberespacio, Brújula Digital, pero todavía muy feliz de poder ver mis artículos impresos en un periódico tradicional.
Quepa cuidar con esmero el legado de los periódicos, fuente importante, (aunque no única, ni siempre confiable), para entender un periodo histórico.
Columnas de AGUSTÍN ECHALAR ASCARRUNZ