Amor inquebrantable por la Constitución
Muchos hemos llegado al hartazgo con la cantaleta del “golpe de Estado” y del fraude electoral. Basta ya de ociosidades porque el pueblo no se alimenta, no encuentra cura a sus enfermedades, no se viste, ni se educa con la mezcla cotidiana de la imbecilidad con la ambición política. El pueblo exige que se satisfagan sus grandes y vitales necesidades echadas por completo al olvido. Tendría que ser un tonto o un ingenuo quien crea en lo que dicen los embusteros de la politiquería.
Cuando se ingresa en grave convulsión social, en un vacío de poder y la Constitución ya no prevé situaciones imprevisibles, lo que debería hacer el pueblo es autogobernarse directamente, sin intermediarios, echando a empellones a los politicastros de uno y otro bando considerando que éstos junto a sus secuaces judiciales no se cansan teatralmente de declarar su apasionado amor por la Constitución.
Tras la huida de Evo Morales y García Linera en noviembre de 2019, una forma de autogobernación directa del pueblo empezó a funcionar en cada departamento a través de los cabildos abiertos desechando a los políticos, acción que fue truncada por artimaña de execrables poderes internos y externos haciendo decir a la señora Constitución cosas que no dice.
En ese tiempo, políticos ordinarios cual si fuesen sumos sacerdotes levantaban la voz al cielo, efectuaban ritos misteriosos propagando oscuras cortinas de humo porfiando la realización de las elecciones nacionales para saciar sus apetitos personales sin interesarles el sufrimiento del pueblo víctima de la Covid-19, desatendieron la organización directa ciudadana y sus resoluciones adoptadas en cabildos, aduciendo que dichas actuaciones ciudadanas no estaban contenidas en la Constitución de sus amores, sin embargo para satisfacer sus ambiciones de poder los politicastros no vacilan en violarla en la forma que se les antoja.
Los politicastros en general creen que por encima de la soberana voluntad del pueblo está la Constitución y para violarla utilizan a su Tribunal Constitucional a fin de que la “interprete” torcidamente, como en el caso del artículo 169 constitucional que expresa sin lugar a duda dónde y cuándo empieza y termina la sucesión presidencial; es decir, primero adoran a la virginal Constitución y seguidamente la violan impúdicamente y es ese Tribunal el que utiliza dolosamente la “interpretación” para emitir las resoluciones más vergonzosas y cínicas, al extremo, por ejemplo, de convertir el absolutismo vitalicio propio del rey o monarca en un derecho humano: en el Medioevo, este Tribunal hubiese sido múltiplemente premiado por el emperador.
Desde hace mucho tiempo, en Bolivia se gobierna con resoluciones del Tribunal Constitucional Plurinacional y no con la Constitución de la que dicen estar febrilmente enamorados, este es el conducto más expedito para imponer la arbitrariedad, el abuso y el capricho de gobernantes sobre el pueblo, es el medio para legalizar el saqueo y el asalto a la ciudadanía.
Carlos Medinaceli en su Páginas de vida, 193, refiriéndose con fina ironía a este doloso enamoramiento constitucional y poniendo sobre el tapete al expresidente Mariano Baptista decía: “(…) don Mariano, se enamoró perdidamente de una mujer perdida, que le decían de mal nombre, en Sucre, la ‘Constitución Política’ (…) Le cantaba en todos los tonos, le decía maravillas, pero ella nada ¡Pobre Baptista! Y mientras nuestro héroe vivía soñando en la dama de sus pensamientos, doña Constitución se entregaba a los peores hombres que la violaban brutalmente (…). Después de haberle sacrificado su juventud, haberla venerado en su madurez y haberle dado todo lo que tenía llegó a conocerla íntimamente (…), se casó con ella (…). Después de que Baptista fue esposo de doña Constitución, encontrándola tan violada, él también, el hombre honesto, la violó. Pero al hacerlo se deshonró”.
Eso es lo que les pasa a los “demócratas” que se golpean el pecho simulando amor inquebrantable por la Constitución a la que la violan diariamente, y mejor ni hablar de los autoritarios plurinacionales que no saben siquiera que existe la tal Constitución.
El autor es jurista
Columnas de GONZALO PEÑARANDA TAIDA