Repensar la ciudad
Según la RAE, el prefijo re, de origen latino, puede significar repetición, intensificación, negación o retroceso.
El proceso de transformación de la ciudad en el afán de satisfacer las condiciones de habitabilidad con justicia social, demanda la necesidad de un análisis introspectivo, específico, consciente y real, que incorpore la aceptación de las debilidades actuales y aproveche sus potencialidades con el fin de trabajar la dinámica urbana en un proceso reflexivo y participativo que concluya en la aprobación de una reconfiguración espacial, viabilizando la accesibilidad y la conectividad con eficiencia e inclusión.
La actualidad revela una convivencia global progresiva de interconectividad y complejidad, a la vez de inestabilidad y transformación constante, que muestra con preocupación una evidente acentuación de problemas que deben ser urgentemente resueltos para lograr armonía. Pueden citarse entre ellos: el incesante crecimiento de la pobreza, y, por tanto, marcadas desigualdades socioespaciales, el incremento de la violencia e inseguridad ciudadana, los efectos del cambio climático, las diferencias en accesibilidad a la telemática conflictuando las prácticas laborales y de empleabilidad. Estos malestares que imprimen considerables diferencias representan nuevas formas de segregación, en conveniencia encubierta de discriminación, aporofobia, y conculcación del derecho a la ciudad, entre muchos otros.
Es visible el comportamiento de la ciudad, que, aunque en términos de superficie geográfica presenta un vasto territorio de características de suelo mixto, gran porcentaje de este no tiene planificación. En el ámbito urbano la expansión ha llegado a su límite, y aunque no es posible crecer más, persiste la urbanización informal, y se encamina a la presencia de grandes efectos negativos ambientales, sociales, y económicos, además de una problemática institucional de gobernanza.
La visión correcta de un crecimiento eficiente, ordenado, inclusivo y equitativo es parte del proceso de planificación y desarrollo urbano, en la medida de generar nuevos procesos de regeneración y revitalización urbana, capaces de optimizar la estructura urbana, reformar el tejido urbano y repensar políticas que mejoren la convivencia y la habitabilidad de los ciudadanos. Por tanto, es prioritario consolidar condiciones de confort urbano para coexistir armónicamente en la ciudad, mediante un proceso de planificación de corto, mediano y largo plazo, que redefina hacia donde debe apuntar el desarrollo de la ciudad, determinando lugares precisos para implementar equipamientos y centralidades.
Esta necesidad de reflexionar el devenir urbano en sus procesos de avance tiene que ser capaz de convertir la adversidad en oportunidad, de manera de reducir las condiciones marginales de exclusión urbana, aportando en la generación de planes de vivienda social asequibles para los sectores más desposeídos y vulnerables y la cobertura de servicios básicos de infraestructura.
Indudablemente, de la oferta a la acción existe un gran paso. Si independiente de los efectos de la pandemia el eje de la compacidad de las ciudades (para lograr un modelo de ciudad sostenible, junto a complejidad, eficiencia y cohesión social), que incorpora la densidad poblacional y edificatoria, demanda la relación de cercanía eficiente entre vivienda y fuentes de empleo —que no es siempre posible por los altos costos del suelo producto de la dinámica del mercado—, su proceso culmina en el crecimiento de la vivienda módica económicamente. Además, esta situación observada por el urbanismo como causa probable de contagios es analizada para modificarla.
En la generación de políticas urbanas como fomento a la gobernanza, la formulación de una nueva agenda urbana se asocia a las fases de implementación de infraestructura urbana que coadyuve en el desarrollo citadino, conociendo la inversión municipal que es importante desatracar. Claro que la teoría suena interesante, ponerla en práctica conlleva un desafío mayor.
Repensar la ciudad requiere de un análisis exhaustivo, integral, multidisciplinar y multidimensional que, desde diferentes enfoques, considere los diversos procesos de urbanización desarrollados en el pasado, sus causas y consecuencias, y los efectos producidos en la actual conformación estructural.
Es necesario involucrar un modelo de gestión multiactoral, capaz de articular los estados participativos de grupos de representantes u organizaciones de la sociedad civil y ciudadanos comprometidos que no constituyan parte del Estado ni del ámbito empresarial, además de vincular la multidimensionalidad de los periodos de urbanización, que determine las particularidades de la ciudad, su influencia e interdependencia. Un análisis retrospectivo y una reflexión actual, permitirán superar una problemática que se ha acentuado por diversas causas y enfrentar desafíos atravesados, como la pandemia, el cambio climático, el desequilibrio medioambiental, las crisis sociopolíticas, impactos de la globalización económica, transformaciones tecnológicas, y todas las consecuencias de desigualdad social que se puedan producir.
El pasado nos inquiere sobre la urgencia de repensar la ciudad, con el fin de intervenir oportuna y eficientemente sobre ella, determinando el umbral urbano adecuado, como punto de transición entre dos temporalidades urbanas.
En consecuencia, la revitalización de la ciudad requiere reformar, renovar, rejuvenecer y readecuar, espacios de oportunidad para la urbanización, mejorando la aplicación del uso del suelo, rectificado la gestión municipal en función de establecer usos mixtos que optimicen la articulación, modificando la horizontalidad dispersa que no conjuga con una verticalidad sin análisis. Sera importante articular el espacio urbano y las subcentralidades con su heterogeneidad para lograr una ciudad como espacio social, inclusivo, equitativo, innovativo, heterotópico, y apropiado por parte de la ciudadanía.
Columnas de MARKO QUIROGA BERAZAÍN