La Bolivia urbana y los citadinos “flojos que ni lavarse la cabeza saben”
No tengo ningún interés en provocar un escarnio mayor en contra del dueño de la frase, aunque bien ganado se lo tiene. Sin embargo, como investigador territorial, del desarrollo urbano, rural y productivo, la oportunidad me resulta pedagógicamente propicia para dejar en evidencia una de las razones de la crisis en que nos encontramos y que expresa el desconocimiento de la realidad poblacional, territorial, social y económica que tiene el Gobierno sobre el país que dice administrar.
En la investigación que realizamos desde cuando se conocieron los datos oficiales del Censo 2012, y luego de 11 años, comprobamos evidencias que han adquirido carácter de certeza. Resumiré seis de ellas que tendrían que haber servido para ajustar la agenda política del bicentenario de la independencia, comprobando al mismo tiempo que aún no tenemos consciencia del volumen y gravedad del reto. 1. El 60% de la población es menor de 30 años. 2. El 80% de la población ya vive en ciudades. 3. La migración campo ciudad continuará frente a la ausencia de servicios básicos en 256 municipios con población menor de 20.000 habitantes. 4. Podemos/debemos exportar produciendo más de lo que consumimos, por tener una población pequeña para un territorio muy grande, y un mercado interno insuficiente para sostener economías de escala. 5. Era imposible sobrevivir antes de la pandemia, y ahora más, sin administrar sostenibilidad, conocimiento, ciencia, tecnología, inteligencia artificial, integración y conectividad. 6. Y finalmente, ¿cómo se logrará alcanzar competitividad cuando no contamos con un modelo que aliente la producción, la seguridad jurídica y social, ni fomente el entorno institucional necesario para ello?
Demás estaría repetir que estas razones explican el abandono del campo, la salida de los jóvenes y los pequeños productores rurales, y hacen crecer inorgánicamente algunas ciudades. A esto hay que sumar las limitaciones políticas de un modelo ideológico que no considera importante reunirse con empresarios y productores nacionales, ahuyenta la inversión extranjera, y, además, se enfrenta con los territorios que intentan mantener su capacidad productiva a pesar de las dificultades.
Necesitamos sumar al desarrollo nacional el trabajo de Santa Cruz y el de los otros ocho departamentos, con sus propias potencialidades y capacidades y en favor de una población que busca cómo producir dignamente, lejos del narcotráfico, el contrabando de oro, la corrupción, las influencias y los privilegios del poder político.
Por eso, la malhadada frase dicha por el vicepresidente y que no hace sino ratificar la conducta gubernamental, demuestra que el proyecto político que gobierna Bolivia está perdiendo el control de la realidad social y territorial, buscando la confrontación racial/campo/ciudad para resolverlo.
Tenemos una sociedad “floja” que vive en ciudades, un Estado que no cuenta con políticas públicas urbanas y que ha logrado como mejor resultado, en el campo rural, que los funcionarios que administraron el desarrollo indígena originario campesino estén procesados, presos o fallecidos, y las obras que realizaron, engrosen la ignominiosa enciclopedia de la corrupción.
Lo urbano es donde viven las personas y significa gestión y ordenamiento del territorio con ciudades capaces de articularse y relacionarse con regiones metropolitanas de gran concentración poblacional. Lo urbano son también ciudades intermedias que, con su calidad de nodos de servicios, deben organizarse en ciudades de 15 minutos, territorios de media hora para cubrir necesidades básicas, y seguridad alimentaria y turismo que se desarrolle a 50 km a la redonda del centro poblado.
La presión sobre las ciudades capitales y principalmente sobre Santa Cruz de la Sierra y su región metropolitana, obliga a proponer estrategias públicas que convoquen al esfuerzo privado responsable, para resolver con carácter de urgencia lo que el Estado ha demostrado no poder manejar solo, en materia de transporte, crecimiento urbano, sostenibilidad, vivienda, energía, salud, educación y ocio productivo.
La tendencia migratoria hacia las ciudades, fenómeno mundial acelerado por la revolución industrial, tiene en Bolivia condiciones que quieren mantenerse en el misterio presentándolas como contrarias a los pueblos indígenas. Necesitamos abrir el debate sobre el 80% de la población que ya vive en ciudades para que el Estado actúe en consecuencia, y en las próximas elecciones enfrentemos el reto de la modernidad con ipayes, chamanes y amautas incorporados al ChatGPT. El 60% de la población menor de 30 años que vive en ciudades y maneja inteligencia artificial, debe hacerlo antes de 2025. Se ayudarán así, a terminar con el fariseísmo de este falso debate y a mejorar las condiciones del país donde vivirán.
Columnas de CARLOS HUGO MOLINA