Pensamientos modernos
Hace algunos años, un conocido me contó que andaba buscando un “yatiri” para efectuar ciertos rituales en su casa. Su yatiri de confianza había tenido unos “problemitas” con la justicia, aparentemente porque cultivaba ciertas hierbas ancestrales no muy bien vistas por la policía. Con el buen mago en la cárcel, no había quien protegiera su casa. Sonaba bastante preocupado.
Y claro, no pude evitar preguntarle contra qué quería proteger su casa.
- Contra las malas energías, por supuesto.
- ¿Y qué son las malas energías? ¿Cómo y con qué las mides?
- Se sienten nomás. Así, sintiendo se sienten, una sensación que se siente sensiblemente. Con los órganos sensitivos.
- Ya... entiendo... ¿y sentías esas energías hasta que el yatiri te ayudó a eliminarlas?
- No, en realidad nunca las sentí en casa porque mi yatiri la protegía. Era muy bueno.
- Tu yatiri era bueno porque nunca sentiste las energías.
- Exacto.
- Disculpa que dude... pero si te dijera que yo, personalmente, evito cada día que un dragón se coma el sol gracias a mis artes mágicas, no me creerías, ¿no?
- No, no eres un yatiri...
Me disculpé por no poder ayudarlo. Asumo que al final consiguió quién lo asistiera. Estafadores es lo que menos falta en este país.
Contaba esta historia a mis alumnos, con la esperanza de que comprendieran la diferencia entre el pensamiento moderno y el pensamiento primitivo.
Lo hacía hasta que un alumno, especialmente astuto, se animó a decirme: “profe, debías hacer tú el ritual contra las energías negativas... y le cobrabas a tu amigo. Ganarías harta plata”. Creo que mi alumno comprendió demasiado bien en qué consistía el pensamiento moderno...
Columnas de ERNESTO BASCOPÉ