La revolución pasa el sombrero, eso sí, con el puño en alto
el modelo económico del Gobierno boliviano se centra en la inversión pública. En 2014 esta sobrepasaba los 5.000 millones de dólares ejecutados. En los últimos dos años (2021 y 2022), la inversión pública implementada fue la mitad de este valor, por falta de recursos.
En el pasado, el grueso de la inversión pública era financiado por las rentas del gas natural. Posteriormente se comenzó a gastar las reservas internacionales, sobre todo en el sector eléctrico y el litio.
En el año 2014, la renta petrolera —impuesto directo a los hidrocarburos (IDH), regalías, patentes y otros ingresos— era de 5.489 millones de dólares. En el año 2022, la renta petrolera bajó a 2.289 millones de verdes. El Estado dejó de recibir 3.200 millones de dólares, pero los gastos públicos continuaron aumentando.
En términos fiscales, el Gobierno está raspando la olla y no lo acepta. Hace nueve años que se registra un déficit público de entorno del 7% de producto interno bruto (PIB). Es un cuento chino, ese de que hay déficit público bueno porque el Estado invierte en infraestructura y empresas públicas. Hace muchos años no hay retorno de varias obras públicas (elefantes azules), piense en el sector eléctrico.
La capacidad máxima efectiva de generación del sistema eléctrico nacional es de 3.614 megawatts MW (marzo de 2023) y la demanda interna máxima del sistema es 1.658 MW, casi 2.000 MW sobre la demanda, sin embargo se debe considerar una reserva de un 20 a 30% de la demanda máxima es decir unos 400MW, quedando un excedente real de 1.600 MW (casi otra Bolivia).
Es decir, el país desperdicia su capacidad de generación de electricidad. Sobreinvirtieron en el sector con la intención de exportar, pero sin mercados externos. Ahora, como gran cosa, con bombos y platillos, anuncian que exportarán, de manera intermitente, a la Argentina, menos del 10% del exceso de energía electricidad. Asimismo, cebe recordar que la mayoría de las empresas públicas son ineficientes y no generan ganancias. Más inversión pública al fósforo.
Entre los años 2014 y 2023, parte de la inversión pública fue financiada por las reservas internacionales del Banco Central de Bolivia. Éstas han bajado algo como a 3.000 millones de dólares al año y a 310 millones de dólares en efectivo. La venta del oro, que aparentemente ya se hizo, permitió la entrada de 1.300 millones de dólares que son insuficientes.
Frente a la caída de la renta gasífera y la escasez de reservas internacionales, el Gobierno está desesperado en la búsqueda de préstamos externos, especialmente para financiar la inversión pública. Si antes se llamaba, con soberbia impostada, de mendigos a los anteriores Gobiernos porque se endeudaba con el exterior, ahora tuvieron que bajar las banderas de la arrogancia ideológica y pasar el sombrero en la comunidad internacional. ¡Ah! Eso sí, con el puño en alto y mirada al horizonte del proceso de cambio. En la actualidad están con el rollo de que endeudarse no es malo. Durante décadas la izquierda caviar del gobierno criticó el tema del endeudamiento.
Ahora, algo de historia y el nuevo relato del Gobierno. Resulta que entre el 2006 y 2019, el ministro, economía y finanzas de Bolivia, fue el fantasma Gasparín. En el año 2005, la deuda externa de Bolivia era alta, llegaba al 63,5% del PIB. Al segundo año de la administración del MAS, como resultado de las negociaciones hechas por gobiernos anteriores, la cooperación internacional y países amigos nos perdonaron la deuda externa. Esta bajó, en el año 2007, a 16,7% del PIB. A partir de 2014, con Morales presidente y Arce Catacora ministro de Economía y Finanzas, la deuda comenzó a subir hasta alcanzar, en la actualidad, el 29% del PIB.
Y en la actualidad, el mismo partido, Arce, como presidente y Montenegro como ministro de Economía y Finanzas, niegan que fueron responsables del endeudamiento externo del pasado. Y dicen que solo contrataron 1.753 millones de dólares o algo como el 4% del PIB.
¡¿Hello Gasparín?! ¿Alguien dijo esta boquita de cereza es mía? No. Todos bajo el paraguas de la Ley de Solís. Hazte al sonsito y serás feliz.
Ahora bien, no hay los morlacos y existe desesperación para conseguirlos. ¿Quién se está “atajando” la plata?
Los préstamos internacionales están parados en la Asamblea por el bloqueo que realizan miembros de la hermandad. Eso ha hecho que el Gobierno quiera movilizar a los otros “hermanos”, que quieren obras en los municipios, en contra de los “hermanos” que juegan a la política en la Asamblea, o sea, el tema está dentro de la hermandad. Ahora que el agua llega al cuello no hay otra que seguir buscando préstamos internacionales.
No sería sorpresa que los recientes hermanos chinos nos pasen un salvavidas financiero. Pero para que no me critiquen y digan que solo hablo de la problemática, a seguir va la “solucionática”.
Con el permiso de hermandad del amor y la revolución, me permito sugerir que el tema de la hambruna gubernamental se aborde de manera integral. Se debe reducir el déficit público. Comenzamos por el lado de los gastos e inversiones: a) Proponemos un corte quirúrgico. Hay mucha grasa por reducir en el Estado. b) Optimizar la inversión pública haciendo que ésta tenga un efecto impulsor de la inversión privada. Por el lado de los ingresos: a) Debemos encarar una reforma tributaria. Los nuevos ricos, creados por el modelo económico, a saber: cocaleros, gremiales grandes, cooperativistas mineros gigantes y otros sectores deben pagar más impuestos. b) Sería bueno impulsar una ley de responsabilidad fiscal, que, en base a un presupuesto plurianual, establezca techos de gastos públicos e inversiones estatales, por ejemplo, si la ejecución presupuestaria de la inversión pública, en la región o a escala nacional, no alcanzó por lo menos el 70% de lo presupuestado, el año siguiente se congela, en este porcentaje, la inversión estatal.
Columnas de Gonzalo Chávez Álvarez