Amparo, imprescindible
“Han pensado que no iba a poder subir la escalera y he podido. Ahora voy a quedarme aquí hasta morir”, fueron las palabras de Amparo Carvajal, la octogenaria defensora de los derechos humanos, después de subirse a la terraza de la sede de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia (Apdhb), en La Paz.
Esta pequeña y tenaz mujer, el 2 de junio había iniciado la vigilia en puertas de la Asamblea que había sido tomada por un grupo paralelo protegido por la policía y el aparato de Gobierno y que se arroga la representación de dicha institución, a la cabeza de un tal Salazar. Después de 52 días, el sábado 22 de julio, Amparo Carvajal salió victoriosa de las instalaciones de la Apdhb.
Al verla en las imágenes que se viralizaron, no pude evitar pensar que ese rostro arrugado de 84 años, y ese cuerpo pequeño que se deslizaba con la ayuda de un bastón, pertenecían a una mujer anciana, pero con un tesón de un gigante vigoroso. La victoria que consiguió, por el momento, garantiza que la defensa de los derechos humanos está en buenas manos.
Irónicamente, el grupo paralelo que se atribuye la cabeza de la Apdhb, tomó por la fuerza el edificio y provocó que Amparo se vea obligada a realizar una vigilia de casi dos meses, en pleno invierno y a la intemperie y vetaron la posibilidad de utilizar el baño de las instalaciones.
Nacida en León (España), Amparo Carvajal arribó a Bolivia en 1971. Salió de un país que se encontraba bajo la dictadura de Franco, para aterrizar en la dictadura de Hugo Banzer Suárez. En 1976 fue una de las cofundadoras de la Apdhb.
Parte de su gran tarea fue el apoyo a los presos políticos de las dictaduras militares y fascistas de Banzer y García Meza. Se ocupó desde pequeñas tareas destinadas a resolver problemas diversos de los presos políticos, hasta buscarles refugio político en otros países.
Ya en democracia, defendió a Evo Morales como dirigente cocalero del trópico cochabambino en el tiempo del gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada, así como abogó porque la expresidenta transitoria Jeanine Áñez se defienda en libertad. Pues lo tiene claro, la defensa de los derechos humanos debe primar por sobre la opción política o ideológica de las personas.
Para las organizaciones de defensa de los derechos humanos resulta más fácil hacer frente a una dictadura militar, de hecho, se manejan con mayor holgura, que cuando los abusos provienen de gobiernos democráticos que disfrazan los atropellos, principalmente cometido en el marco de procesos judiciales. Es así como, con su bastón y sus más de 72 años acompañó la marcha de los indígenas del Tipnis y condenó la represión gubernamental en Chaparina en septiembre de 2011, ordenada por Sacha Llorenti, ministro de Gobierno en ese entonces y exactivista de derechos humanos.
Ya con 83 años, fue retenida en su intento de ingresar a la reserva de Tariquía, en Tarija, para verificar una denuncia de vulneración de derechos a comunarios del lugar. Una situación similar vivió en agosto de 2018, cuando intentó ingresar al Tipnis junto con una delegación del Tribunal Internacional de los Derechos de la Naturaleza y fueron retenidos en el ingreso al Polígono 7, en el puente de Isinuta. Estuvo junto al médico Jhery Fernández, sentenciado injustamente. Acompañó las audiencias del dirigente de Adepcoca, Franclin Gutiérrez. En suma, Amparo condensa medio siglo de una trayectoria en la defensa de los derechos humanos.
A ella le tocó hacer frente a la situación de división de la Apdhb cuando estaba como presidente Sacha Llorenti. El paralelismo que se creó en la Asamblea existe en varias organizaciones sociales, y es una de las estrategias del Gobierno para debilitarlas y hacerse de ellas.
Una quisiera que determinadas personas sean infinitas, Amparo es imprescindible, por su tenacidad inclaudicable en la defensa de los derechos humanos que son, como dijo Ban Ki-Moon, “para todos nosotros, en todo momento: seamos quienes seamos y de donde seamos”.
La autora es socióloga y antropóloga
Columnas de GABRIELA CANEDO VÁSQUEZ