198 años del inconcluso “clivaje” indio/blanco
Es importante reflexionar en estas fechas cuando, con mucho fervor y devoción, se recuerda la fundación de nuestra tan maltratada Bolivia. Si bien hemos sido bendecidos por Dios —tenemos todo— en riquezas y recursos naturales, el infortunio se ensañó con nosotros. Hemos tenido los peores gobernantes.
Recorriendo la historia, no encuentro un solo gobierno, un solo presidente, rescatable. En esas vueltas que da la política, todos ellos, de derecha o izquierda, nunca tuvieron una visión integral de país, ni un proyecto societal.
Nuestro infortunio tiene inicio en la misma fundación. Los “héroes” criollos que instauraron la república, nunca contemplaron a los “indios”, las grandes mayorías nacionales, en su proyecto. Da la impresión que, de por medio, solo estaban interesados en apropiarse del excedente y la riqueza que se enviaba a la corona española, manteniendo la misma estructura colonial de dominación, básicamente, excluyente, segregadora y extremadamente racista.
Se conservó así el conflicto indio/blanco: ese “clivaje”, que nace de facto en la colonia. Los conquistadores impusieron la “noción” de su superioridad frente a la inferioridad del indio. En nuestras ciencias sociales, este fenómeno se conoce como “darwinismo social”, y no cambio, en absoluto, con el fin de la colonia y la fundación de la república.
Tuvieron que transcurrir largos 127 años para que, por fin, se reconozca la ciudadanía, con el voto universal, a las grandes mayorías nacionales. Algo que imprescindiblemente debería suceder en la fundación, si es que, realmente, los “próceres” pretendían fundar una república. Por eso, Bolivia, nace dividida. En periodos de aguda crisis política hablamos recurrentemente de las “dos bolivias”, hoy presente en ese antagonismo entre la tricolor y la wiphala.
En el ciclo del mal llamado “proceso de cambio”, este fenómeno, el “clivaje” indio/blanco, se acentúa en sumo grado. Las diferencias y el racismo —siempre presentes en nuestra historia— se exacerban. El primer gobernante del ciclo del “proceso de cambio, arrastrando un desmedido y profundo resentimiento, ahondó el “clivaje”. El odio y desprecio al blanco fue un signo su largo periodo gobierno. Al parecer, no conoció a Mandela. El racismo del régimen masista se expresa hoy en una suerte de “darwinismo social a la inversa”, que proclama más bien la superioridad del indio y la inferioridad del blanco.
Así, nuestro país siempre ha sido inviable si a este “clivaje” le añadimos el concepto de Zavaleta Mercado, de sociedad “abigarrada”. Un país con múltiples diferencias étnicas y culturales, conviviendo en una enorme complejidad y diversos modos de producción.
Ahora bien, es pertinente, al menos, sugerir algunas ideas básicas a nuestros obtusos gobernantes para salir de este pernicioso “círculo vicioso” y evitar esa cercana fatalidad de convertirnos en “los Balcanes de los Andes”.
El primer paso es vital: no seguir dividiendo. Se debe poner fin a la polarización indio/blanco y campo/ciudad. Es decir, cerrar las heridas y acabar con el “clivaje”. Ese debe ser el paso esencial para refundar Bolivia. En democracia y libertad, aceptar como somos, aceptarnos en la diferencia. También, en palabras del gran Filemón Escobar, complementarnos entre opuestos.
La belleza de Bolivia raya en lo sublime, bendecida infinitamente con recursos naturales. Los gobernantes, si tienen dos dedos de frente, apostarían, como lo hizo Japón en el fin de la Segunda Guerra Mundial, a los recursos humanos. Trabajar, esencialmente, en educación. Volcar todos los esfuerzos para hacer del boliviano un ciudadano culto, capaz y competitivo. Solo de ese modo podremos utilizar nuestras riquezas naturales en beneficio propio, sin que potencias extranjeras, y grupos delincuenciales, se apropien el excedente, repitiendo la historia de saqueo y miseria.
En un país tan rico, es triste aceptar este infortunio que estriba en los pésimos gobernantes. Cleptócratas, mentirosos, embusteros, depredadores fiscales, viles y sin sentimientos. Y lo que es capital, sin visión de país.
El autor es profesor de la carrera de Ciencia Política de la Universidad Mayor de San Simón
Columnas de ROLANDO TELLERÍA A.