Vivimos sin cabeza
Se están produciendo cambios inimaginables en las personas, en su entorno natural, social y en su propio organismo físico y mental acicateados por la Covid-19.
Se está anulando su voluntad y su conciencia, los individuos están dominados por el celular o la computadora, obnubilados, con descontrol de movimientos, lentitud psíquica, disminución de la atención y de la percepción.
Caminan por la calle, están sentados o parados en cualquier lugar público o privado o conduciendo su automóvil, pegados al celular: es un panorama fantasmal.
La gente está entumecida ante fenómenos inauditos convertidos en “nueva normalidad”.
Desde la llegada de la Covid-19 y sus secuelas, irrumpen incesantemente infinidad de enfermedades llamadas “raras”: dengue, influenza, coqueluche, meningitis, ceguera inexplicable, atrofia de cuerdas vocales, dolores de cabeza cotidianos, pérdida de la memoria, expansión de crueles enfermedades de base, inusitada muerte cotidiana de personas conocidas, vejez repentina y la lista lúgubre es interminable.
¿Así vivía la gente antes de la pandemia de Covid-19? ¡Qué ha sucedido! Si se escribe la verdad sobre este crimen organizado, ese escrito está sentenciado a ser sepultado.
Conductas demenciales como asesinatos de padres cometidos por sus hijos, padres que matan a sus hijos, gente que quema vivos a sus seres queridos, violaciones de niños que, sin conocer aún la tabla aritmética, son expertos en el manejo de juegos digitales.
Fiestas plagadas de conductas inexplicables en las que la violencia y el vicio adoptan nuevas formas.
Y la lista de lo insondable es interminable, como las reuniones familiares en las que cada miembro está absorbido por su infaltable celular, está presente en el recinto, pero a la vez está ausente.
Existe exceso de información basura o falsa, en la televisión y en las redes sociales se informa sobre un monstruoso crimen, mañana otro, pasado otro y finalmente nadie se acuerda de nada y en ese ámbito los políticos hacen filigranas y los jueces y policías hacen gemir a la gente. Imperan las conductas absurdas, la verdad aparece como mentira y la mentira se hace verdad.
La idiotización está en su apogeo.
Hablar de respeto, decencia, ética, es una estupidez, la confusión reina, los alucinógenos contribuyen, no se sabe quién es hombre o quién es mujer, el pasado es inexistente, el presente no le interesa a nadie y un futuro lúgubre amenaza sin interesar a nadie que la máquina aplastará al humano.
Así estamos viviendo. Esta es la nueva normalidad.
¡Vivimos sin cabeza!
Columnas de GONZALO PEÑARANDA TAIDA