Detector de susceptibilidades
Me imagino que a todos les ha pasado esto de llegar a una ventanilla de atención al público o a un cajero y que no haya nadie a la vista. A los impacientes como yo les pasa más seguido (los dioses son crueles y graciosos). Y cuando uno pregunta si alguien atenderá, es inevitable recibir la respuesta: “ahorita, en 10 minutos vuelve el cajero”.
Sólo un ingenuo tomaría en serio esta afirmación. El tiempo en nuestro país se entiende aún como en el Neolítico, es decir de manera mágica y subjetiva.
Es entonces que pregunto (juro que con amabilidad y una sonrisa) si se trata de 10 minutos-reloj o de 10 minutos bolivianos.
La gente responde bien en la mayoría de los casos. Sonríen y hasta lanzan una carcajada antes de recurrir a la honestidad. Me aclaran al tiro que me tocará esperar mínimo una hora. “Mire”, me dijeron una vez, “la verdad es que el cajero no vino porque festejamos en la oficina ayer. Sigue borracho. Lo estamos cubriendo. No queremos que se entere el jefe”. En otra ocasión, el responsable tenía mejores cosas que hacer, como besar a una funcionaria en la cocina. Incluso llegué a enterarme de que un funcionario, en cierto ministerio, no se presentaba desde hace meses a su puesto. Era sobrino de alguien importante...
Excelente manera de evitarse esperas inútiles y mala sangre, digo yo. El asunto es que, en uno de cada 10 casos, me toca un susceptible que se ofende con mi pregunta. Piensan que estoy insultando al país al sugerir que no comprendemos cosas como el tiempo y la eficiencia. Imagino que mi pregunta genera resentimiento, del que se conserva durante siglos y se hereda a hijos y nietos. Me apena mucho, obviamente, considerando mi carácter empático y humilde.
En alguna época pensé en abandonar mi detector de esperas inútiles. Pensándolo mejor, creo que hay que conservarlo. ¿Qué cosa más útil que un detector de susceptibles?
Columnas de ERNESTO BASCOPÉ