La gente sin cabeza - Simbolismo de un sueño (I)
Es una ciudad cualquiera, la actividad en las calles es movida, la gente camina apresuradamente, nadie tiene cabeza, no se sabe si estos transeúntes fueron decapitados o ellos mismos se mutilaron. Todos andan a tropezones, chocan unos a otros, tropiezan en una patilla, en un mendigo dormido en el suelo, todo es normal, todos caminan recto, les falta la cabeza, no la necesitan, trajinan presurosos, están en su actividad diaria, la misma de todos los días, no ven nada ni saben nada, nadie habla, nadie tiene cabeza.
La gente es rechoncha, delgada, alta, baja, mujeres con pechos y nalgas voluminosas, otras rectas como un tablón, niños, niñas, hombres pequeños, grandes, flacos, gordos… todos sin cabeza.
Es una ciudad caóticamente ordenada, nadie habla, todos circulan, algunos caen al suelo, se levantan y continúan su camino, todo pasa en la calle, nadie dice nada, ¿todos son robots?, no, son humanos, vestidos con ropa, una mujer lleva una cartera, un anciano con bastón, todos sin cabeza, un hombre de terno recorre a grandes zancadas, lleva un maletín, otro con jean y tenis, unos niños de rodillas juegan a las bolitas, nadie tiene cabeza.
Un automóvil está estacionado en la calle, hay un conductor dentro, tiene un brazo fuera del coche, fuma un cigarrillo, al aire, no tiene cabeza, se abre violentamente una puerta de calle, sale un hombre sin cabeza corriendo hacia el auto, es un asalto a un banco, se tropieza, de una bolsa caen cientos de monedas de oro, saca una ametralladora, dispara a quemarropa por todas partes, la gente cae como moscas, no hay nada nuevo, continúa la normalidad. Un automóvil pasa en semáforo rojo viene otro, chocan ambos, la gente sigue caminando.
Aparece un hombre muy joven, enjuto como una paja, lleva terno, su cabello tiene grandes hondas desordenadas, qué raro, tiene cabeza, es un monstruo, su frente es amplia, sus ojos pequeños muestran ternura y su rostro, nobleza, su nariz es fina, sus labios delgados, nadie se percata de su presencia, es único, camina, observa a una mujer sin cabeza, es atractiva, ella compra un helado de un carrito rodante, recibe la crema a tientas, se sirve clavándolo en su seno, el hombre con cabeza la mira, aparece un bus, choca contra un poste, el hombre observa sorprendido el choque, se da vuelta para seguir su camino, tropieza con la mujer del helado y ambos cuerpos casualmente se juntan, ella a tientas palpa con sus manos el cuerpo del hombre, se siente atraída, el hombre se da vuelta temeroso, huye, la mujer queda con los brazos extendidos, el joven rápidamente ingresa por una puerta vieja a una casa vetusta, ahí está su aposento amplio y modesto, es carpintero, toma un cepillo, trabaja sobre una tablón, no puede, piensa en la mujer sin cabeza, se arrepiente de haberla dejado, se aproxima a la ventana, a través de los vidrios empañados observa la tarde gris con el orden caótico, todos chocan entre sí, todo está invertido, parece el reino del absurdo, piensa en la mujer sin cabeza, le devora el arrepentimiento, toma una decisión, vuelve a la calle para buscarla, ella sigue parada en el mismo lugar donde la dejó, se le aproxima con paso firme, se detiene frente a ella, y ésta como los ciegos extiende sus brazos, roza y palpa el pecho de él, ninguno habla, ambos se toman de las manos, existe un algo interior que los une. Ingresan en un cine, se toman de las manos, la película se proyecta al revés, unos comen palomitas que se escurren por sus pechos, no tienen cabeza, la nueva pareja se siente feliz. (Cualquier parecido con la realidad no es casualidad)
El autor es jurista
Columnas de GONZALO PEÑARANDA TAIDA