Crisis argentina y el ajuste pendiente
“Alejar la bomba y alargar la mecha” es la frase con la cual el economista argentino Walter Castro sintetizó la actitud de las autoridades económicas del país vecino frente a la agudización de la crisis económica que afrontan. En lugar de enfrentar los problemas buscando soluciones a sus causas, procuran prolongar la situación actual por un doble cálculo político, ganar las elecciones con el ministro de economía/candidato Sergio Massa o que la crisis le estalle al próximo Gobierno para que los actuales puedan volver.
Esto que pareciera un juego de palabras es la forma como piensan quienes gobiernan con mentalidad populista, evitando las correcciones de política económica necesarias para recuperar sosteniblemente las bases de una economía prospera, y condenando así a sus sociedades a sufrir peores consecuencias en el futuro, puesto que los ajustes económicos llegarán de todas formas, como vemos en la Argentina, donde la inflación y la devaluación se combinan y profundizan mutuamente, a pesar de las medidas que toma su Gobierno.
Quizás la contradicción de fondo sea que desarrollar un país, o por lo menos sentar las bases para su crecimiento sostenible, precisa muchos años de políticas económicas sostenidas en el largo plazo, de modo que los agentes económicos tengan la certidumbre que necesitan para ahorrar e invertir. Por el contrario, los ciclos electorales son cortos y por lo tanto las decisiones políticas se toman escuchando más a los asesores que, encuestas en mano dicen a los gobernantes qué hacer y qué no hacer para ser reelectos.
En la Argentina tienen además el agravante de que, resultado de varias décadas de peronismo/kirchnerismo, más de 20 millones de personas, alrededor de la mitad de la población, viven de los “planes”, ayudas con recursos públicos que convierten a amplios sectores de la población en dependientes de los subsidios estatales con lo que se ingresa en un círculo vicioso por el cual estas transferencias de recursos generan un creciente déficit público que a su vez multiplica la inflación y la devaluación y, desde el cálculo político, se evita tomar medidas contra el déficit porque se teme que la reacción de los beneficiarios de los subsidios sea de tal magnitud que desestabilice al gobierno y la economía.
De esta forma, un Gobierno tras otro ha tratado de evitar tomar las medidas necesarias para reencarrilar la economía y proyectarla hacía el futuro. Nadie quiere ser el responsable del “ajuste”, el cual además adquiere una mayor carga negativa si se lo relaciona con el FMI, organismo al cual se asocia con las crisis y los sufrimientos de nuestros países.
Consecuentemente, Argentina y todas las naciones que andan “alejando la bomba y alargando la mecha” terminan incubando un problema mayor que en algún momento erupcionará con mayor fuerza, como la enfermedad que, aunque diagnosticada por los médicos no es tratada oportunamente y termina convirtiéndose en un problema que requiere medidas más drásticas.
Los bolivianos debemos ver con atención lo que sucede en esta hermana y vecina nación, con la cual sostenemos una intensa relación comercial, tanto desde la economía formal como desde la informal. Durante los casi 20 años anteriores, una parte importante de la baja inflación de la canasta básica de una familia de menores ingresos en nuestro país es resultado de los precios de productos argentinos introducidos de contrabando, lo que, sumado al tipo de cambio fijo que tuvimos durante estos años, ha significado una gran transferencia de productos cada vez más baratos a nuestra economía, sosteniendo de esta forma a buena parte de nuestra economía informal y aliviando la situación de las familias con mayores niveles de pobreza.
Consecuentemente, si con el cambio de Gobierno en la Argentina se toman medidas que liberen sus precios y nivelen el tipo de cambio, nuestra economía recibirá un impacto significativo, en algunos casos positivo por un mayor consumo de productos nacionales que hoy no pueden competir con el contrabando, y en otros casos negativos, como el encarecimiento de los pocos productos que consumen los hogares más pobres, lo cual sin duda afectará el humor social y tendrá también consecuencias políticas y electorales.
Obviamente, no votamos en la Argentina, pero lo que suceda allá tendrá una gran trascendencia para nosotros.
El autor ha sido senador y ministro de Estado
Columnas de ÓSCAR ORTIZ ANTELO