Rey del acopio y la distribución
Transcurrido un mes de búsqueda dentro y fuera de Bolivia, en una gigantesca operación que ha conseguido el concurso de las policías de países vecinos, queda claro que el narco de las tres identidades y de las múltiples actividades no es un aventurero que llegó a territorio boliviano para probar suerte en el negocio ilícito del narcotráfico.
A partir de su huida, el sábado 29 de julio, luego haber desarrollado su rutina sin sobresaltos, incluido un partido de fútbol con el equipo del que en los hechos era su dueño, las investigaciones han dado cuenta del verdadero tamaño delincuencial de Sebastián Marset Cabrera en el tráfico de drogas desde y a través de Bolivia.
El Gobierno y la Policía vienen ejecutando una operación antidrogas sin precedentes para lograr la captura o la entrega del ciudadano uruguayo de 32 años, a quien se le adjudica la conformación del PCU o Primer Comando de Uruguay, una especie de filial del temido cartel brasileño PCC (Primer Comando de la Capital), organización criminal de carácter militar en su gestación y funcionamiento.
A partir de la búsqueda de Marset se ha conocido que el ahora narcofugitivo montó una estructura en cuatro áreas estratégicas que cumplieron el objetivo de garantizar el crecimiento sostenido del narcotráfico en territorio nacional, constituirse en el gran acopiador y distribuidor de drogas, y proyectar ese perfil a naciones vecinas y otros continentes.
La estructura implementada por Marset consta de un fuerte y eficiente brazo económico-financiero, un envidiable sistema logístico, un equipo de seguridad entrenado para enfrentar cualquier tipo de riesgo y un esquema de protección estatal que abarca a autoridades gubernamentales, jefes policiales y administradores de justicia.
En el área financiera, se aseguró de contar con un flujo continuo de millones de dólares para solventar la acumulación y exportación de cocaína en volúmenes cada vez más grandes, con ganancias que se multiplicaban, e impulsar el lavado de dinero en diversas actividades privadas de rápido retorno de las “inversiones”.
Incursionó en el negocio inmobiliario, la compra-venta de vehículos de alta gama, el financiamiento de clubes deportivos y la organización de espectáculos masivos, además de realizar pagos y depósitos de recursos usando identidades de personas fallecidas y tecnología moderna en cuanto a transferencias.
En lo logístico, Marset demostró no ser ningún improvisado. Estableció un sistema mediante el cual tenía control absoluto del acopio y traslado de cocaína básicamente entre Perú, Bolivia y Brasil, independientemente de la expansión a otros países como Paraguay, Chile y Argentina para consolidar los mercados europeos, asiáticos y africanos.
Se ganó la fama de ser cumplido ante cualquier encargo (en volúmenes y tiempos de entrega). Para satisfacer la demanda en ascenso, estableció un proceso que incluía la disposición 24/7 de avionetas, hangares, pistas y hasta una escuela propia de pilotaje, de tal manera que el eje Perú-Bolivia-Brasil siempre esté listo y expedito.
En este punto, es necesario dejar sentado que el sistema logístico no podría haber funcionado con la eficiencia que impuso el hombre más buscado de Bolivia si es que no se hubiera garantizado una fuerte y permanente inyección de recursos que ayude a sostener la exportación de drogas. Por ello, no parece tener asidero la apreciación de una alta fuente policial que dijo al diario El Deber que las operaciones de la organización de Marset se habrían paralizado tras su huida. Tal vez se ralentizaron, es lógico, pero se trata de una máquina bien aceitada, que funciona sola o que puede ser manejada a control remoto.
Volviendo al momento estelar de Marset, para que nada ni nadie perturbe el negocio que iba viento en popa, se dotó de un grupo de seguridad de características militares, altamente entrenado y fuertemente armado, y compró la protección estatal que requería para hacer de la ciudad de Santa Cruz su cuartel general y desarrollar sus actividades familiares y privadas con comodidad.
Un dato proporcionado por el exministro Carlos Romero, que nunca fue desmentido o rebatido por ninguna autoridad policial o gubernamental, es que Marset cuenta con dos anillos de seguridad compuestos por francotiradores y expertos en operaciones comando para impedir que cualquier fuerza regular pueda llegar al objetivo.
En el caso del esquema de protección estatal, se conoce por declaraciones públicas del ministro de Gobierno boliviano que habría implicados policías, fiscales y jueces, pero también se sabe que pagó montos elevados en dólares por nuevas identidades, cobertura policial, alertas en caso de operativos en su contra, rechazos de procesos legales o activación de otros tantos para cruzar solicitudes de extradición.
Sebastián Marset Cabrera llegó al país con un propósito: convertirse en el rey del acopio y distribución de cocaína. Nunca se vio como uno más en la organización criminal que lo cobija o un pececillo del narcotráfico. Ganar poder e influencia era su objetivo y todas sus acciones iban en esa dirección. Por tanto, cabe preguntarse: ¿qué provocó el fin de su cómoda situación?, ¿las revelaciones de autoridades paraguayas y uruguayas al ministro de Gobierno?, ¿un cobro desmedido por protección?, ¿otra vez la mano de la DEA? Con seguridad habrá oportunidad para explicarlo.
Columnas de EDWIN CACHO HERRERA