Qué será, será…
Un adjetivo apropiado para calificar el contexto actual, es imprevisible. Como dice Alan Moore, genio de los cómics, “el mundo está a la deriva”, cualquier cosa sucede y puede suceder en él, sin preaviso, sorprendiéndonos, confirmando las teorías del caos que no se circunscriben tan sólo a las dimensiones micro sino también macro de la realidad.
A la deriva estamos en todos los órdenes. En el político, hay pruebas fehacientes de ello. Una, el fracaso de las encuestas electorales y el descrédito de sus mentados y casi siempre soberbios hacedores, gurúes de la mercadotecnia política a los cuales es recomendable escuchar para hacer lo contrario de lo que sugieren, dados sus yerros, como señala José Vilar en su nota “La Hora de los Outsiders: de similitudes y disimilitudes” de 26/08/2023 en público.bo, al afirmar que “las dos últimas semanas fueron, dicho a la rápida, de los zambombazos electorales”, refiriéndose a las PASO en Argentina y a las primeras vueltas presidenciales en Ecuador y Guatemala, de resultados muy distantes de las encuestas previas, quedando clara la preferencia de la ciudadanía por los “nuevos”, por encima de sus orientaciones ideológicas, dado que el argentino Milei es libertario, el ecuatoriano Noboa es liberal conservador y el guatemalteco Arévalo, socialdemócrata.
Así, en esta tolvanera de elecciones con intervalos que se antojan cada vez más cortos, lo acontecido en esos tres países provoca expectativa porque deja sentir “por dónde sopla y soplará el viento” en Latinoamérica —aunque el fraude lo esconda en el caso boliviano— oscilando entre pesimismo por los equívocos y derrotas acumulados ante la estrategia del bloque antidemocrático, y optimismo prohijado por la negativa de la esperanza a morirse, y porque tal vez lo que pase en la selecciones de Argentina —en especial—, Ecuador y Guatemala sea bueno. Para nosotros también.
Como testigo cercano del hundimiento sostenido de la Argentina, no puedo menos que desear que en las próximas elecciones allá se abra una oportunidad para parar la debacle y comenzar la reconstrucción, lo cual requiere la derrota de los causantes del desastre y la toma de medidas eficaces, sugiriendo el desarrollo de la campaña que —tal vez— quien tendrá que responder a ese desafío se llama Javier Milei, ese “fenómeno global” que ha concitado la atención porque se presenta —en la forma y en el fondo— como la antítesis de “los de antes”, esos que él denomina “la casta”, repudiados por una parte importante del electorado, no sólo en Argentina.
No siendo economista, me abstengo de opinar sobre la pertinencia de las propuestas económicas de Milei desde un enfoque técnico especializado. No sé, a ciencia cierta, si dolarizar Argentina y cerrar su Banco Central sean suficientes para sacar al país del foso económico financiero donde se encuentra. Lo que sí sé por experiencia directa, es que crisis como esa se deben enfrentar con medidas de choque tomadas con valor civil y “sin anestesia”, como demostró en Bolivia Víctor Paz Estenssoro promulgando el DS 21060, en 1985, que frenó la hiperinflación en seco, dando inicio al “ajuste estructural”, cuya aplicación requirió además y en especial, la reposición del Estado de derecho y del principio de autoridad como debe ser en una democracia verdadera, y más, considerando el impacto social inicial de una política radical como esa.
Tal salida demandó un acuerdo político para la gobernabilidad, el “Pacto por la Democracia”, entre las fuerzas políticas con representación parlamentaria, dato que provoca otra duda con relación a un posible gobierno de Milei: si logrará —si buscará— acuerdos entre La Libertad Avanza, su coalición política, y una parte de “la casta”, más aún si se considera el deterioro de la institucionalidad y la anomia consecuente como efecto del libreto “socialista del siglo XXI”. Que las apasionadas arengas del candidato argentino, si gana, no resulten en una trampa para su proyecto es mi deseo.
Por encima de tales perplejidades, tengo una certeza con base empírica más que suficiente: allá donde se convierte al Estado en el protagonista principal de la economía en desmedro —cuando no desaparición— de la iniciativa privada actuando en un mercado libre, sus operadores, elegidos o designados, expropian a su favor el patrimonio público e instalan la incompetencia, la improvisación, la corrupción y el abuso, desmantelando la democracia para reproducirse eternamente en el poder que, en palabras de Liber Forti, anarquista que gastó su vida haciendo teatro para hacer mejores personas, “se apodera de ellos”.
Héctor Garibay, el taxista orureño ganador del Maratón de la Ciudad de México rompiendo récord en su espectacular carrera, y Nemia Coca, su genial instructora, muestran el camino: al final de cuentas, el talento cultivado con disciplina y perseverancia por decisión propia para ganar, con el apoyo de quien sabe, puede y quiere, es una de las condiciones indispensables del éxito. La otra, que la suerte acompañe. Y que no interfiera el poder.
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