Antídoto para días tóxicos
Andaba buscando temitas para salir de la tristeza y del ambiente tóxico que respira Bolivia 364 días al año. Algo así como mirar un atardecer, cómo se filtra la luz del sol por las copas de los árboles, acariciar a mi gata, salir a pasear, tomar un café con amigos, o ver vídeos en TikTok hasta caer desmayada, pero no son suficientes paliativos para la toxicidad mundial. Hay que buscar reírnos.
Les paso un par de chistes. Este es el primer chiste (dislate diría yo). Proviene del ministro de Medio Ambiente, de Plurilandia, Rubén Méndez, quien aseguraba que, de niño, “jugaba” con mercurio, dudando de todos los efectos nocivos de este tóxico. También dijo que “habría que validar datos de la Universidad (Mayor de San Andrés)”.
La Universidad lo calificó de irresponsable y ratificó que el mercurio es tóxico.
Otro chiste proviene de las antípodas. De Japón específicamente. Allí el primer ministro japonés comió pescado de Fukushima para mostrar que es “seguro y delicioso”.
Como sabrán, Japón comenzó a verter al océano Pacífico agua procedente de los reactores dañados de la central nuclear de Fukushima-Daiichi, por el tsunami de 2011.
Lo hará por los siguientes 30 años. Ojo que Japón cuenta con la anuencia del director del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), Rafael Grossi, quien dijo que la radiación en el agua de la central nuclear de Fukushima está debajo del límite legal, por lo que es segura.
Pero China, que no se anda con chistes, suspendió todas las importaciones de productos del mar del Japón. Éste, a su vez, pidió a China que levante su prohibición, amenazando con presentar una denuncia ante la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Ante este par de payasos no queda otra que darles antídotos. Por ejemplo, una patada en el traste para sacarlos de sus puestos de trabajo. O mínimamente, el repudio mundial. Pero dudo que estos cuates, que tienen tan pocas neuronas, entiendan la intranquilidad que tenemos.
El primero, porque me temo que ya viene así, y el mercurio sólo puede agravar su condición previa, y el segundo quiere sólo comercio, no importa a qué precio y, luego de comer su pescadito de aguas radioactivas, quedará afectado irremediablemente.
Por suerte hay gente con conciencia. Como el gobernador de Tarija que pide a la población no comer pescados provenientes del Pilcomayo que está contaminado con mercurio, proveniente de actividades mineras río arriba, en Potosí y La Paz. Obviamente llegará la hambruna. Pero no sé cuándo comprenderán que el oro no es tan importante como los alimentos y el agua.
No se hace política con la salud ni con el medio ambiente.
Pero por suerte “tenemos” Día del Peatón, y por un día, “descontaminamos” Bolivia. Estamos “muy agradecidos por esta gran medida”. Pero es martes otra vez, y la toxicidad está de vuelta. Gracias efecto placebo por los favores recibidos.
Columnas de MÓNICA BRIANÇON MESSINGER