Juegan con mercurio
El día viernes de la semana pasada, el ministro de Medio Ambiente decía: “en 500 años de vida de Potosí se ha usado mercurio para la plata y para el oro, y por ríos de las calles de Potosí, cuando llueve, sigue corriendo mercurio”, afirmó también que en su infancia jugaba con dicha sustancia y que no le ha pasado nada. Pero es la primera declaración la que me ha llamado la atención, el ministro dice una verdad que muchos han ignorado.
El proceso de amalgamación por mercurio, fue adoptado en los Andes a inicios de la década de 1570; la sustancia era transportada hasta allí desde Huancavelica. Los datos que brindo en este artículo, han sido extraídos de un artículo muy acertado de Nicholas Robins y Nicole Hagan, quienes, con base en documentos históricos y análisis químicos, llegan a la misma conclusión que el ministro: las emisiones de mercurio tanto en Hauncavelica como en Potosí, entre 1564 y 1810, han dejado vestigios que hoy todavía pueden sentirse.
Sí, estudios han demostrado que en la tierra y en las casas de adobe de las dos ciudades, existe mercurio bioactivo, es decir que todavía puede afectar al ser humano, así que sí también, los efectos del modelo extractivo colonial y republicano siguen afectando a la población. Ya en ese entonces, dicen Robinson y Hagan, los daños en la salud de los mineros, que por siglos se han identificado con la silicosis, eran mucho más altos debido al envenenamiento con mercurio, tanto así que muchos mitayos terminaban sus turnos con afecciones irreversibles y otros huían a regiones eximidas del servicio de la mita.
El daño no sólo era para los trabajadores sino para sus familias, las mujeres embarazadas sufrían pérdidas o malformaciones en sus bebés mientras que a los adultos se les caían los dientes. Y en Potosí las cosas eran peores pues como los ingenios estaban a unos pasos de la ciudad —como dice el mismo ministro— el envenenamiento afectaba también a los habitantes que nada tenían que ver con la mina. Quizás algunos de los 160.000 habitantes del Potosí colonial dirían que viven así y que nada les afecta.
Sin embargo, Robinson y Hagan observan que, en aquel periodo en particular, los potosinos eran muy violentos y aunque la violencia es cosa común en las grandes ciudades, no hay que olvidar que uno de los síntomas del envenenamiento por mercurio es la agresividad, quizás incluso ahora estamos tan agresivos por esa causa. Más allá de las especulaciones, se ha calculado que 39.000 toneladas métricas de vapor de mercurio han sido emitidas en Potosí entre 1564 y 1810, afectando la calidad de vida de sus pobladores.
El ministro dice que jugaba con mercurio de niño. En la actualidad él y otras autoridades todavía juegan con él como si fuera una cosa sin importancia, quizás llegarán a decir que las personas fallecidas hace algunos días también estaban jugando, porque ellos y las empresas mineras legales e ilegales juegan con la vida de nosotros y con las leyes y, peor aún, con esa promesa que hicieron cuando entraron al poder: la de sepultar el modelo extractivo, colonialista y opresor que la república no pudo.
En la colonia, los mitayos pasaban doce meses en Potosí y dos meses en Huancavelica, los efectos han sido denunciados por investigadores, activistas e ideólogos. Hoy todos somos mitayos del mercurio pues estamos acumulando partes de él en nuestros organismos, pagando el tributo al círculo vicioso de instituciones económicas y políticas extractivas que no terminan de superar el ciclo de la explotación de materias primas que, si bien mueve capital, no es sostenible en el tiempo y deja perjuicios que, tal como observan Robinson y Hagan, son más perdurables que la actividad minera misma.
Columnas de SAYURI LOZA