Palomita blanca
Lo vi por primera vez en la plaza 14 de Septiembre de Cochabamba, rodeado de micrófonos y grabadoras, pero él no usaba ninguno de esos aparatos. Se acercaba lo más posible al entrevistado e inclinaba la cabeza para oír mejor sus palabras. Con un lapicero y una libreta en la mano, tomaba apuntes ávidamente, como si quisiera capturar cada sílaba, cada gesto, cada emoción.
Me intrigó su forma de trabajar, tan diferente a la de los demás periodistas, que confiaban en la tecnología para registrar la noticia.
Con el tiempo, lo volví a ver en otras entrevistas, siempre con su libreta y su lapicero, siempre atento y curioso. Me enteré de que se llamaba Don Rolando Gamarra, pero todos lo conocían como Palomita Blanca, quizás por su cabello cano y su espíritu libre.
Un día, tuve la oportunidad de escucharlo hablar ante un grupo de novatos periodistas, entre ellos quien escribe, que le preguntaban por qué no usaba una grabadora como ellos. Él les respondió con una sonrisa y una frase que se me quedó grabada en la mente, el corazón y en mi libreta: «Lo registrado en la grabadora puede ser borrado, lo apuntado en el papel queda grabado para siempre, en el alma»
¡Jo… qué gran lección de vida! Desde entonces, intenté tener siempre a mano un bolígrafo y una libreta. Quizás no he logrado anotar con tanta precisión ni entusiasmo como él, pero sí experimento esa sensación de felicidad de apuntar a mano en una libreta.
Gracias, Don Rolando Gamarra, el inigualable Palomita Blanca, por quedar grabado en el alma de este aficionado al periodismo que tuvo la dicha y el honor de conocerlo un poquito. Un abrazo hasta cualquier parte del universo donde se encuentre tomando notas del Creador.
Columnas de LUZGARDO MURUÁ PARÁ