Masismo 2.0, un despotismo eficiente
Como muchos, cometí el error de creer que Luis Arce sería un presidente decorativo, apenas un peón de Morales dispuesto a obedecer ciegamente a su antiguo amo.
Con el alejamiento del incompetente señor Chávez de la Procuraduría, el antiguo burócrata busca algo más que conservar el poder. Haberse deshecho de esa criatura de Morales señala, a mi juicio, que el arcismo ya no tiene complejos ni miedo de mostrar su ambición. Están convencidos de que, en última instancia, su proyecto reemplazará al antiguo caudillo y lo que éste representa.
Esto debería preocupar a los ciudadanos honestos, a aquellos que nunca se comprometieron con el MAS ni vendieron su conciencia a la izquierda nacional.
Arce y sus lugartenientes conocen perfectamente el funcionamiento de la maquinaria burocrática. Existen gracias a ella y se mueven en su seno como en su propia casa. Comprenden las posibilidades del Estado para controlar, adoctrinar e intimidar a la población. Por ello, el Gobierno actual puede prescindir de toda dimensión emocional y mística, elementos bastante comunes en el período Morales.
Cuando lo necesiten, recurrirán a algunos mitos que han probado su utilidad como elementos de propaganda, como todo lo relacionado con lo “indígena”. Sin embargo, no dudarán en usar herramientas de control más eficaces: la compra de lealtades con generosas prebendas o el sistema de justicia, para los más recalcitrantes.
Arce no inspira el mismo lirismo chabacano que su aún jefe de partido. Nadie escribe poemas en su honor ni hará películas de su vida. Pero sospecho que, de concretarse su proyecto, tendrá un control mucho más férreo sobre esta sociedad y nuestras vidas que el que jamás soñó el caudillo fugado.
No vale la pena ya preocuparse por Morales. Lo que Arce promete es mucho más serio. ¿Qué haremos al respecto?
Columnas de ERNESTO BASCOPÉ