Pinochet, Milei, libertarios
No sabía por qué, pero al escuchar los discursos y entrevistas de Milei, así como de algunos imitadores criollos, sentía cierta angustia y perturbación neuronal.
No era sólo por la forma agresiva y visceral de su manera de hablar o por su contenido soez, sino por la intencionalidad oculta que contiene que, a veces, es más difícil de identificar.
Y es que en el inconsciente quedan muchos recuerdos latentes que requieren de un pequeño estímulo para despertar y deambular en la cabeza, como fantasmas que requieren luego ser exorcizados.
Pensé que a 50 años de distancia había calmado el triste y trágico recuerdo del golpe de Estado de Pinochet en Chile. Ya no recordaba esa fecha con el dolor traumático de los primeros años, sino como una triste fecha perdida en los recovecos de la historia. Pero la intención y deseo de Milei, de “acabar con los zurdos”, me ha permitido ver en el espejo a Pinochet, como reflejo de Milei.
Quienes vivimos esos agitados años 70, cuando se impusieron dictaduras en varios países (Chile, Bolivia, Argentina), escuchamos esos discursos y sufrimos esa intención liquidadora.
Cuando Milei dice que “hay que hacer desaparecer a la casta y a los “zurdos” está repitiendo exactamente los discursos de Pinochet y Videla que trataron, cual Atila, de arrasar todo vestigio de ciudadanos que no pensaban como ellos y convirtieron el Estadio Nacional de Chile en una de las más grandes prisiones políticas de la historia (yo estuve preso allí casi dos meses), abrieron cárceles clandestinas como la Escuela Superior de Mecánica de la Armada (ESMA) en Argentina, con miles de presos y desaparecidos, ejecuciones sumarias, tráfico de bebés, etc.
Y es que esos dictadores se tomaron en serio esa tarea de destruir a “los zurdos” y, para destruir su pensamiento, no dudaron en exterminarlos, incluida su descendencia.
Ese discurso y actitud dictatorial de los años 70 tampoco eran, ni son, nuevos.
Varias décadas antes Hitler aniquiló, mediante genocidio, a la “casta” de judíos, socialdemócratas, gitanos y otros que no compartían la mentalidad fascista; o Stalin que abrió los gulags para hacer desaparecer la oposición, según él, de contrarrevolucionarios.
En el fondo, toda esa historia muestra la intención de imponer el “pensamiento único” del cual ellos se creen portadores y así destruir la democracia.
No olvido la visión sesgada de Pinochet sobre la libertad. Mientras justificaba su golpe por la libertad de los chilenos, encarcelaba y mataba a miles de ellos. Ya alguien dijo: “Ay libertad, cuantos crímenes se cometen en tu nombre”.
Pinochet negaba las libertades ciudadanas para dar “alas” a la libertad económica y las imposiciones neoliberales de los Chicago Boys.
Y aquí, encaja ese discurso de los libertarios (¿liberales?) que dicen “que la única finalidad del Estado es preservar la propiedad privada para que el individuo la disponga en libertad” (Antonio Saravia, en diálogos al café 24-08-23). Algo de eso también dice Milei.
Así, para disponer de su propiedad en libertad se requiere de un Estado mínimo, pero represivo, capaz de eliminar toda oposición a ese pensamiento único.
Pero, no se trata de la propiedad de cualquier bien; de un peine o de una mesa, no.
Se trata, sin decirlo, de la propiedad de los medios de producción para hacer lo que quieran con ellos, sean muebles, equipos, alimento, inocentes golosinas con tinturas cancerígenas, coca para cualquier finalidad, comida chatarra o explotar oro contaminando.
Total, es su propiedad, el Estado la protege, no hay regulaciones y pueden hacer lo que quieran en libertad. Con ello Milei se define como anarcocapitalista, pregona la dictadura liberal del capital. No hay que olvidar que fue asesor del Gral. A. Bussi, gobernador de Tucumán durante la dictadura militar.
Y, no se crea que me opongo a la libertad (de pensamiento, asociación o inversión); lucho y he luchado por ella, pero una libertad responsable y real que tiene su límite donde comienzan los derechos de los demás.
En el fondo, esta es la lucha entre democracia y autoritarismo. Una democracia como eje de la convivencia humana, como forma de gobierno y modo de vida social y en permanente formación, contra el autoritarismo de fascistas y comunistas de hace años o ahora de populistas/fundamentalistas (de derecha o izquierda) que, a título de propiedad y libertad, quieren aplicar en Bolivia.
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Los Tiempos y la plataforma UNO promueven el debate, pero no comparten necesariamente los puntos de vista del autor.
Columnas de EDGAR CADIMA G.