La tiricia o de cómo curar la tristeza
El amor es contundente, el dolor también lo es. El cortometraje La tiricia o de cómo curar la tristeza, de la guionista y directora mexicana Ángeles Cruz se sitúa en una genealogía feminista al identificar la opresión femenina en tres generaciones de mujeres indígenas mexicanas y poner el acento en el significado que ha tenido la violencia sexual ejercida por el padre, en tanto derecho consuetudinario y poder, en la vida de estas mujeres. Luce Irigay, pensadora feminista expresa: “las relaciones madres-hijas en las sociedades patrilineales quedan subordinadas a las relaciones entre hombres”, pues son genealogías patriarcales que conservan la filiación masculina y las líneas de autoridad.
Las genealogías feministas tienen el aire emancipador, siguiendo a Foucault de ser “una forma de historia que da cuenta, por un lado, de la constitución de los saberes y de los discursos, y por otro, de la constitución de un cuerpo, de un sujeto en la trama socio-histórica”. Es así, la apuesta por la historia-problema que hace arqueología del saber/poder, en este caso, el poder omnipresente de los padres/varones que perpetúan la sujeción de las mujeres de la familia. Entonces, uno de los planteamientos es una genealogía deconstructiva que nos permite interpretar y seguir el hilo narrativo más allá del sistema de parentesco en las comunidades.
El cortometraje se ubica en los registros de las violencias, pero, también presenta los fenómenos de ruptura de la continuidad. Foucault, al referirse a las prácticas de la vida social, sitúa a la metodología de investigación genealógica con la capacidad de entender e interpretar el cómo se constituyen los sujetos inmersos en relaciones de poder. La posición crítica de la cineasta abre una compuerta a un campo poco explorado en la investigación feminista en América Latina: la violencia sistemática de niñas y jovencitas en el mundo indígena. Revisitar las genealogías feministas y su aporte crítico, propositivo y decolonial, a través de los ejes identitarios de etnia/ cultura/clase y otros, está dando lugar al replanteo de la subalternidad (hoy la clásica definición de Gramsci del término subalterno, como relativo a los desposeídos en el ámbito económico, es entendida desde los estudios culturales como la múltiple desposesión: cultural económica, social y política del legado colonial y postcolonial) y repensar con una mirada no occidental, la autonomía de las mujeres y la autodeterminación.
Por lo anteriormente expresado, Alejandra Ciriza incide en una genealogía feminista desde el sur, que permita reconocer que “las mujeres son desiguales y diferentes entre sí”. La genealogía feminista rescata los saberes de las mujeres, tradicionalmente “fuera”, marginales a la ciencia y la academia oficial.
El video de Ángeles Cruz es polifónico, sitúa que desde las negaciones, silencios y arbitrariedades del poder patriarcal, es posible subvertirlos, caminar hacia la autodeterminación erigida en el centro de la vida de las mujeres. No partimos de cero, el feminismo de la cuarta ola, tiene un mayor enfoque en la prevención de la violencia doméstica y el abuso sexual. Es evidente que las mujeres indígenas en México y el continente encarnan diversas desigualdades, pero “son los grupos oprimidos quienes identifican las estructuras que los oprimen”, (Facio y Fries, 1999), y sus voces las que desde los márgenes contribuyen a lecturas recreadas del ejercicio del poder.
El orden patriarcal como orden mental también ha sido reproducido por mujeres, pero en La Tiricia, Alicia, la madre de la niña se subleva contra la tradición y rompe los vínculos asumiendo una individualidad independiente de la posición mantenida por sus ancestras. Diríase desde una ética de la insatisfacción, a juicio de Rita Segato que le permite ejercer la desobediencia y distanciarse de las normas comunales, ciertamente dejando de lado la tristeza ubicada en el centro del alma.
Por último, como señala Michelle Obama, “si algo he aprendido en la vida es el poder que sientes al usar tu propia voz”. Ángeles Cruz, la cineasta, lo sabe y lo usa y así da voz a sus hermanas, en un ejercicio de sororidad rebelde, potente, que sale desde lo profundo de ella misma.
La autora es profesora titular de la UMSA e internacionalista
Columnas de NELLY BALDA CABELLO