¿Cómo hablar de la sexualidad y su diversidad?
Para muchas personas la sexualidad constituye un tabú que está relacionado con costumbres socioculturales, políticas o religiosas que generan doctrinas entremezcladas con el pecado, el temor, la vergüenza, el castigo, etc. Pero para otras es importante expresar su sexualidad, es un desafío o una rebelión, frente a una falsa moral colectiva que oprime, discrimina y juzga sentimientos y placeres.
¿Cómo debemos hablar de sexualidad en estos extremos que son cada vez más incompatibles, distantes y radicales en la búsqueda de propuestas ante la creciente violencia sexual hacia niños, niñas, adolescentes, mujeres, a diversidades sexuales que vivimos todos los días y censuramos, en plena vigencia de leyes que no se cumplen? ¿Dónde hemos fallado?
¿Cómo podemos vislumbrar un mañana de seguridad, respeto, responsabilidad, armonía, paz y amor en nuestras mentes de Homo sapiens, un órgano complejo, el más desarrollado del planeta que tiene la capacidad de amar, crear, escribir, imaginar, expresar sentimientos, emociones, comunicar y tener conciencia?
La sexualidad está presente en nuestras vidas desde el nacimiento hasta nuestra muerte. S. Bohler en su libro Le bug humain (El error humano) describe muy bien los objetivos principales de nuestro cerebro para sobrevivir a corto plazo: comer, tener relaciones sexuales, adquirir poder, etc. Nuestro cerebro masculino, femenino o de cualquier diversidad sexual, tiene un volumen aproximado de 1.400 cc y cuenta con alrededor de 100 mil millones de neuronas y mil millones de conexiones (sinapsis) y está programado para querer siempre más poder, sexo, comida, etc.
Recientemente surgieron muchos extremistas religiosos y políticos que afirman que las personas de la comunidad lesbiana, gay, bisexual, transgénero e intersexual (Tglbi) estimulan la homosexualidad, pervierten menores, generan violencia sexual, incitan a tener relaciones desde temprana edad, etc. Algunos miembros de iglesias cristianas fundamentalistas, lejos de predicar el amor o al menos el respeto, lanzan discursos de odio hacia las diversidades sexuales culpándolas de todos los males que están sucediendo en nuestra sociedad, y se oponen a una educación sexual que nos pueda liberar de prejuicios, estereotipos sexuales y nos permita vivir en armonía.
Cuando algunas personas hablan sobre la sexualidad es más para estigmatizar o ponerse como ejemplo de moral, emiten juicios de valor que de manera consciente o inconsciente incitan a la discriminación y la violencia. Ignoran que en 1993 la Organización Mundial de la Salud (OMS) eliminó la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales.
Cuando hablamos de diversidades sexuales, no se trata de una elección o “preferencia” personal que uno puede escoger (salvo el caso de la bisexualidad). El neurobiólogo, Simón Le Vay en su libro ==El cerebro tiene un sexo (1994), analizó los diferentes mecanismos del cerebro basados en el comportamiento sexual y los mecanismos que hacen la diferencia entre hombres y mujeres, además de los diversos factores que pueden determinar distintas orientaciones sexuales, desde una perspectiva genética molecular, endocrinológica, evolutiva y de la estructura del cerebro.
En 1948, Alfred Kinsey realizó un estudio sobre la conducta sexual de hombres y mujeres (1953), entrevistó a 20.00 personas y estableció una escala de 7 grados de la tendencia sexual, que van desde la absoluta heterosexualidad hasta la homosexualidad exclusiva, pasando por cinco grados de bisexualidad. Recientes estudios revelan que en cualquier población, entre el 80% al 90% de las personas se identifican como heterosexuales y el resto refiere que son homosexuales, lesbianas, trans, pansexual o asexuales.
La orientación sexual no está relacionada con etnias, profesión, condición social, nivel de escolaridad, religión o pertenencia a un partido político. Es importante mencionar que las leyes del matrimonio igualitario en Latinoamérica fueron promulgadas por gobiernos considerados de izquierda o de derecha. En la Argentina, la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner el 2010; en Brasil, Dilma Rousseff el 2011; en Uruguay José Mujica el 2013; en Colombia, Juan Manuel Santos el 2016; en Ecuador, Lenin Moreno el 2019 y en Chile; Sebastián Piñera el 2021. Las diversidades sexuales forman parte de la naturaleza, porque están también presentes en el reino animal y vegetal.
Cuando hablamos de sexualidad y de su diversidad, debemos tener la certeza de que es un tema natural de la vida que muchos religiosos y políticos lo convirtieron un tabú, considerándolo como “delicado” dentro de una cultura conservadora, machista, que se resiste a leer los avances científicos y se aferra a dogmas religiosos que nos impiden evolucionar hacia una sociedad libre de prejuicios y estereotipos sexuales, que responden a modelos represivos de culpabilidad y de castigo en nombre de Dios.
La educación sexual es responsabilidad de la familia, que debe cultivar la lectura para tener más conocimientos, entonces surgirá el respeto, la responsabilidad, la solidaridad y el amor en todo acto de la vida cotidiana en la familia y la sociedad. Entonces, ¿cómo podemos hablar de la sexualidad y de sus diversidades?
Debemos aprender mucho de nosotros mismos para comprendernos mejor, conocer la historia de la sexualidad y la evolución de la vida en el planeta.
El filósofo Baruch Spinoza, considerado uno de los más importantes del siglo XVII por su visión crítica de las religiones, fue excomulgado. Un texto del contemporáneo Anand Dílvar nos acerca al Dios de Spinoza y nos permite comprender mejor a la naturaleza, el universo y a Dios, que es la esencia de la vida, cuando nos dice:
“¡Deja ya de estar rezando y dándote golpes en el pecho! Lo que quiero que hagas es que salgas al mundo a disfrutar de tu vida. Quiero que goces, que cantes, que te diviertas y que disfrutes de todo lo que he hecho para ti. Deja ya de culparme de tu vida miserable; yo nunca te dije que había nada mal en ti o que eras un pecador, o que tu sexualidad fuera algo malo. El sexo es un regalo que te he dado y con el que puedes expresar tu amor, tu éxtasis, tu alegría. Así que no me culpes a mí por todo lo que te han hecho creer. Deja de tenerme tanto miedo. Yo no te juzgo, ni te critico ni me enojo, ni me molesto, ni castigo. Yo soy puro amor. Deja de pedirme perdón, no hay nada que perdonar. Sí yo te hice... yo te llené de pasiones, de limitaciones, de placeres, de sentimientos, de necesidades, de incoherencias... de libre albedrío. ¿Cómo puedo culparte si respondes a algo que yo puse en ti?”.
Columnas de EDGAR VALDEZ CARRIZO