Hay memoria porque hay olvido
Conmemoraciones institucionales y ciudadanas, entre múltiple otras manifestaciones sociales, visuales y sonoras que circularon en distintos medios de difusión recordaron medio siglo de la asonada militar que, en Chile, puso fin al gobierno de Salvador Allende y dio inicio a la dictadura de Augusto Pinochet, la cual dejó como saldo a cientos de personas detenidas, desaparecidas y ejecutadas.
Con esas manifestaciones, a modo de ejemplo, me pregunto: ¿por qué se hace necesario volver al pasado?, ¿qué recordamos y por qué recordamos?
Hablar de la memoria es referirse a relatos, testimonios o “narraciones de urgencia” que hablan de lo que no debe ser olvidado. En América Latina, experiencias resultantes del proceso colonizador, del terrorismo de Estado en los países del sur, o de las violencias sociales y políticas han instaurado políticas de la memoria reflejadas en constantes debates, reflexión cultural, prácticas artísticas e investigaciones académicas. Estas políticas de la memoria, sin embargo, se han situado en un campo de batalla, porque la historia y la memoria son también, arenas de disputas de un poder oficializado y difuminado.
No obstante, cuando se habla de poder, se habla al mismo tiempo de contrapoder, del intento de responder a los relatos y a las visiones únicas de la verdad histórica y sus representaciones. La memoria o las otras memorias, interpelan al poder de las historias oficializadas y aquí resulta movilizador de afectos y de intelectos escudriñar en los archivos y los testimonios de las luchas políticas y cotidianas que emprenden las mujeres en Bolivia.
Y es que, de un tiempo a esta parte, los discursos y las prácticas desprendidas desde las corrientes institucionalizadas del género han configurado “marcos sociales del recuerdo” donde se anclan las memorias de las mujeres, marcos que a los cuales se recurre para recordar: conmemoraciones como el 27 de mayo, 8 de marzo, 11 de octubre, son sólo algunos ejemplos.
Recuperar las múltiples voces de las mujeres y sus luchas es otra posibilidad valiosa para historizar las memorias, pues a tiempo de interpelar las fuentes y las lecturas tradicionales de la historia se convierten en elementos que transforman y movilizan, que aportan distintos sentidos en momentos y espacios diversos.
Entonces, la importancia de historizar el pasado por medio de actoras, situaciones y acontecimientos particulares y desde percepciones subjetivas, se construye en una forma alternativa de presentar la historia en el presente, permite además consolidar y reforzar memorias colectivas y ordenamientos sociales que cuestionan, interpelan y replantean una nueva interpretación de los relatos y de las fuentes que presenta la oficialidad de la historia.
Columnas de DANIELA CARRASCO MICHEL