De fútbol y gigantografías
Quienes siguen mi columna saben de mi pobre relación con el deporte, y de mi nula relación con el fanatismo que despierta el fútbol, tan “maridado” con el patriotismo más burdo. Usted, estimado lector, se preguntará por qué escribiría yo sobre algo que no me interesa, y de lo que ciertamente no sé, o por lo menos no siento. Pero lo cierto es que a veces la razón florece cuando no hay pasión. Lo saben los padres que ven con angustia los enamoramientos imposibles de sus hijos, por ejemplo.
Empecemos por el resultado del partido que tuvo lugar el martes pasado. Jugaba el campeón mundial de esa disciplina contra el equipo del país que no participó en un mundial más que una vez en la historia. ¿Puede alguien, con un mínimo de conocimiento de esa trayectoria, imaginarse un resultado distinto? Yo sí, un 6 a 0 por ejemplo o un 9 a 0.
Llama enormemente la atención que algunos se rasguen las vestiduras como si el equipo boliviano los hubiera traicionado a último momento. Lo más curioso, visto desde afuera, es escuchar o leer a los hinchas reclamando porque ni siquiera se hubiera aprovechado la altura del estadio Hernando Siles. ¿No era que la altura no afecta, y que precisamente los argentinos son unos llorones que hacen teatro al respecto?
Lo cierto es que la altura sí afecta a cualquier actividad física, y es verdad que hay algo de no tan deportivo en eso de aprovecharse de ese efecto, aunque es posible que la selección boliviana también esté afectada por la altura. Me imagino que hay varios componentes de la misma que son de Santa Cruz u otras latitudes, bajas, y que viven regularmente a niveles donde el oxígeno, dicho coloquialmente, abunda.
Que la selección boliviana pierda ese partido era lo natural, lo obvio, y lo que me parece una canallada de la hinchada es lanzarse contra los jugadores. Estos no son otra cosa que jóvenes dedicados a un deporte.
Otro aspecto que ha llenado las redes sociales y la prensa fue las gigantografías de bienvenida a Messi, el actual héroe máximo del deporte. El alcalde Arias ha sufrido una serie de improperios por haber tenido ese gesto. Personalmente, pienso que algo así enaltecía más bien a La Paz. Rendir pleitesía al campeón mundial de un deporte no parece un despropósito. Desde afuera, en realidad, se puede ver una animadversión hacia el alcalde paceño que poco tiene que ver con su gestión y mucho con el hecho de haber frustrado las pretensiones de poder de un partido muy masivo… sí ese.
Eso sí, yo estoy en completo desacuerdo con las gigantografías, no solo las dedicadas al señor Messi, sino todas son, en el verdadero sentido de la palabra, un gasto insulso y polucionan el ambiente, aún las más bellas.
Por supuesto que las peores son las que contienen las caras del presidente del país, sea este Morales o Arce, o alguna autoridad local, sea esta el alcalde o el gobernador. Y aunque se trate de la marraqueta, igual es un “no arte efímero” que oculta o distorsiona el verdadero rostro de la ciudad. Recientemente, la Alcaldía de La Paz ha cubierto el frontis de la Casa de la Cultura, un interesante edificio, por cierto, con una inmensa foto de una marraqueta con queso y café, creyendo para colmo que eso es un bien para el turismo.
En realidad, la Secretaría de Turismo del municipio debería velar porque no se pongan gigantografías de ninguna índole en fachadas importantes, sea esta la iglesia de San Francisco, (los curas también lo hacen), el edificio del Correo, cuyo atrio ha sido tugurizado por el Estado Plurinacional, o el monobloc de la universidad pública de la sede de gobierno.
Fue bueno que Messi viniera a La Paz y que sea muy bien venido no sólo por los hinchas sino también por el Alcalde, y lo mejor sería que no se vuelva a gasta dinero en gigantografías.
Columnas de AGUSTÍN ECHALAR ASCARRUNZ