Universidades públicas e internacionalización
La universidad pública es parte de la historia de Bolivia y de América Latina. No podríamos entender las transformaciones de nuestros pueblos sin entender el pensamiento político, ideológico, científico y ético que han generado las universidades.
Para las universidades públicas, la educación superior es un bien público y un derecho social ratificado por la Constitución Política del Estado Plurinacional.
En la actualidad, el mayor reto que enfrentan las universidades públicas del país está relacionado con la tarea ineludible de generar conocimiento a través de los institutos de investigación y la de distribuirlos democráticamente al conjunto del país.
De igual manera, ser un arsenal de políticas públicas sobre temas de impacto nacional: educación, energía, economía, salud, medioambiente, cambio climático, recursos forestales, aguas residuales, etcétera. En el mismo orden de importancia, se requiere asignar a la investigación el papel fundamental en la formación de profesionales, científicos e investigadores que la economía demanda y que la generación de nuevos conocimientos exige, como respaldo para constituir un sistema nacional de innovación.
Todo lo señalado, sin descuidar el diálogo intercultural e intercientífico con el conocimiento indígena con base en una relación horizontal entre universidad y pueblos indígenas originarios.
La Bolivia pluridiversa, indígena y mestiza, se reconoce, por tanto. en las universidades públicas.
Ciertamente, la investigación y la internacionalización están vinculadas y se requiere que los estudiantes aprendan en las canteras de buenas prácticas de las universidades del mundo y la región. Y también que los docentes se nutran de nuevas ideas, refuten las propias e imbuyan de nuevos sentidos a su ejercicio académico y se articulen a nichos de investigación regionales y mundiales.
Visto de esta forma, el mundo a nuestro alrededor es ineludiblemente internacional, dice Martha Nussbaum, profesora y filósofa de la Universidad de Chicago. vivir con otras personas en otros países, amplía nuestra capacidad de ver el mundo desde un punto de vista distinto y nos permite abrirnos a nuevos conocimientos con mayor empatía.
En un mundo complejo e interconectado, la internacionalización de las universidades públicas y de los currículos de las carreras otorga a los jóvenes la oportunidad de ejercer una “ciudadanía reflexiva”, según Aristóteles, en el marco de una educación que libera la mente de la esclavitud de los hábitos y de la costumbre. De esta manera, formamos personas que puedan actuar con sensibilidad y agudeza mental como “ciudadanos del mundo”.
La internacionalización hace posible traspasar los límites de nuestras simpatías más inmediatas, activar en nuestros estudiantes una mente independiente, un razonamiento propio, siendo que” la educación progresa por el escrutinio crítico de las propias creencias del estudiante”, en la línea socrática.
En este sentido, la internacionalización despierta el cuestionamiento y la innovación, por eso la necesitamos en las universidades públicas del país, para que nuestros estudiantes se enfrenten a modos diferentes de hacer las cosas en áreas dónde ellos creían que sus propios procedimientos eran neutrales, necesarios y naturales.
Desde esta perspectiva, sigue siendo actual la carta de Séneca sobre los fines de la educación liberal que señala “que no existe nada que reemplace la activa búsqueda personal de cada cual”. Este es uno de los grandes sentidos de la educación y una de las razones válidas para que nuestros jóvenes se formen en el marco de procesos de movilidad internacional que les permitan convertirse en profesionales dotados de competencias sólidas en sus campos disciplinares, de sensibilidad social y con valoración por el sentido de la solidaridad y la responsabilidad pública.
La autora es profesora titular de la UMSA e internacionalista
Columnas de NELLY BALDA CABELLO