Fraude, fútbol y autoproclamación
El turbio y torvo personaje en que se ha convertido Evo Morales vuelve, como se esperaba, a tocar el timbre. Justo cuando se avecinan malos tiempos: sin energía, sin plata, sin lluvias. ¿Aguantaría el país otro quinquenio de tan nefasto personaje? O pasaría a convertirse, seguramente, en otro país con expulsiones masivas de migrantes. Por una parte.
Por la otra, se consuma aquí el grado de delirio político en que está sumido el personaje, pero, al mismo tiempo, el grado de delirio de sus seguidores y, a la postre, el del propio país. ¿Cómo es posible que retorne semejante personaje, que incluso tenga todavía seguidores? Pregunta larga de responder.
Ya se ha dicho, y se sabe, todo de él: que es tramposo, fraudulento, mitómano, clínicamente paranoide, escasamente inteligente, resentido, divisivo, etcétera, etcétera. El hecho de que, lamentable, todo ello sea cierto, contrasta poderosamente con la inquebrantable fidelidad de parte de sus seguidores. Estudiar las causas, raíces y consecuencias del fenómeno del convencimiento es inagotable y demanda que se lo haga.
Verdadero self-made man de la política, Evo supo pasar del arado a comprarse rápidamente un avión —con dinero público. Llegó lejos en su tránsito de un colmo al otro. ¿Empezó ahí el problema? Habiendo probado la miel, ya no quiso, ni quiere, ni querrá nunca, apartarse jamás y por las buenas del disfrute y ejercicio del poder, de tanto poder, como pocos otros presidentes habrán tenido antes en la historia de Bolivia. Tanto poder y tanta chiripa: nunca antes, tampoco, había llovido semejante riqueza económica gracias a los precios internacionales (es decir no por obra suya). Ante tanta riqueza, lo primero que quiso fue tener un superavión. El proceso de involución moral que inició entonces no ha dejado de crecer.
Para ver a este personaje “en el llano”, cuando cree que a nadie le importa ni nadie nota, para ver su capacidad sin grupos de asesores en medio, entonces hay que fijarse en la historia de Palmaflor, su equipo de fútbol. Se recuerda que fue idea suya eso de que el Chapare se merecía tener su propia enseña, se recuerda que se compraron el nombre (tan chistoso) del equipo y con él mismo al frente dirigiéndolo todo. Y las federaciones del Chapare, el ‘hermano’ Evo al frente, pusieron a competir su equipo recién adquirido. ¿Y cómo les fue? Pues a las primeras de cambio los pobres jugadores perdían y se quejaban de que ni se les pagaba. En una ocasión Evo Morales, a su vez, revelaba el problema clínico de su condición paranoide: si sus jugadores habían perdido, era porque aceptaron coimas, los traidores.
Es decir: Evo es incapaz de llevar a buen puerto algo tan pequeño como un equipo de futbol provincial. Ni eso puede. Y hasta su fraude le salió mal, tuvo que escapar corriendo. El mismo que ahora se autoproclama, por quinta vez, listo para “salvar a Bolivia”.
El estrepitoso fracaso y la lista de sus elefantes blancos (cuatro mil millones de dólares dilapidados) muestra, por otra parte, hasta dónde es capaz de llevar las cosas, cuando ya también está rodeado de un equipo de otros incapaces, y dispone de millones de por medio, para arruinar algo más grande que un equipo de fútbol.
Finalmente, cierro con esta linda cita del crítico mexicano Christopher Domínguez Michael:
“Mientras que los liberales pensamos que la democracia se sustenta en un conjunto de reglas verificables y anticlimáticas, buena parte de la izquierda tiene una noción bien distinta de la democracia. Ellos la consideran como un estado permanente de agitación, el éxtasis colectivo y redentor que fluye entre el caudillo y la muchedumbre. Por ello disfrutan tanto de las peregrinaciones y se prosternan ante la asamblea que acata y festeja”.
Columnas de JUAN CRISTÓBAL MAC LEAN ESTRADA