Zombis en la clase
De tanto en tanto, doy clases los sábados en la mañana.
Hasta hace unos años, era habitual que al menos uno de mis estudiantes viniera con resaca (o “ch’aki”, si prefieren).
En general, los síntomas pasaban al cabo de una hora, siempre que la persona tuviera un hígado funcional y menos de 30 años.
Hoy, esto es bastante inhabitual. Lo que sí sucede, y cada vez con más frecuencia, es encontrarme con alumnos que no han dormido más de cinco horas y que siguen ese ritmo durante toda la semana.
Los síntomas son los mismos que los del ch’aki, pero no pasan con las horas.
¿Las causas? No es el exceso de estudio ni la preocupación por la situación del mundo, lo que sería relativamente aceptable. Si mis estudiantes no duermen, es por culpa de las redes sociales.
De pronto, me toca preocuparme por sus sistemas nerviosos y ya no por sus células hepáticas. En el largo plazo, la falta de sueño es mucho peor para la salud y el intelecto que el alcoholismo.
Es un grave problema de salud pública que deberíamos intentar resolver...
En cualquier caso, para mi sorpresa, estoy extrañando los días en los que sólo debía lidiar con algún borrachín y no con hordas de estudiantes zombis.
Columnas de ERNESTO BASCOPÉ