Caro silencio
¿Quieres comprar o alquilar una casa o departamento? Consulta cuán silencioso es el barrio. Desde hace años que la variable “silencio” es un factor de lujo en la estructura urbana moderna. Entra a AirBnB y revisa los comentarios de la gente. Puedes tener un lugar precioso, con material de primera, pero si en el barrio abunda el ruido, la gente lo hará saber y es posible que el sitio no se alquile. Vivir en silencio es un privilegio.
Ese mismo silencio que los transportistas hijos de la playa, destruyen a bocinazos para que te evapores en luz amarilla, ese mismo silencio que siniestros locales como La Martina (calles Buenos Aires y Pantaleón Dalence) destruyen, junto a la paz del vecindario, escupiendo música a todo volumen y directamente a los edificios de la zona.
Dicen que el privilegio de trabajar en la alcaldía te da ese “derecho”, el de romper los tímpanos del vecindario, al igual que decenas de discotecas, bares, y cuanto fandango exista a título de diversión por encima de ese privilegio.
En 1990, el dictador panameño Manuel Noriega, se refugió de la persecución de Estados Unidos en la nunciatura de la capital de su país. Los gringos usaron una terrible arma sin bombas, sin balas ni tecnología, Noriega se rindió en tres días. ¿Cómo lo hicieron? Pusieron música heavy metal, a todo volumen, en las puertas del lugar. “Judas Priest”, “Iron Maiden” y “Ozzy” lograron derrocar una dictadura a puro volumen.
Algo similar pasa en nuestras ciudades, con la diferencia que el “enemigo” es el vecino, ciudadano de a pie que vive en un entorno altamente contaminado acústicamente, desde la peregrina idea de ponerle una “cancioncita” al carro basurero, pasando por los lobotomizados humanoides que estallan cohetes en cada manifestación, pasando por los que ponen roncadoras a los tubos de escape sus autos o motos como método de compensación genital, y finalmente, las marcas y tiendas que creen que poner un parlante con reguetón a todo volumen, es hacer marketing.
No es casual que la gente ame ir al salar de Uyuni, precisamente porque no hay furgonetas vendiendo naranjas anunciadas con parlante y allí, finalmente, tus oídos pueden descansar del mundanal ruido en un precioso entorno, sobre todo, turistas que vienen de países como Alemania donde está prohibido soltar el agua del baño después de las 10 de la noche por el ruido, o en Japón, donde el silencio es un estándar en lugares públicos como el metro, como signo de cortesía.
Así que, ya sabes, si quieres invertir en bienes raíces, descubre el nuevo material de lujo que está de moda en las grandes ciudades y en los barrios prestigiosos, aquel que sólo los ricos y adinerados se permiten tener: el silencio.
Columnas de MÓNICA BRIANÇON MESSINGER