Tres nomás
Hace unos días me tocó un taxista bastante amable, y relativamente joven, que quiso contarme cómo su familia vino a instalarse a La Paz. Dentro de todo, a pesar de las cosas difíciles que sus abuelos atravesaron, se trataba de una historia muy positiva de trabajo, éxito y superación. Lejos de las imágenes trágicas que algunos subrayan, con obvios intereses políticos, el relato era inspirador, en todo sentido.
Un detalle me llamó la atención. El abuelo había tenido ocho hijos y seis el padre de mi interlocutor. Un verdadero clan, casi de proporciones bíblicas. Evidentemente me pareció algo muy positivo y digno de encomio. Me sentí feliz por el buen taxista, rodeado de una familia numerosa, algo cada vez más raro incluso en nuestro país.
Sin que le preguntara, me contó que él tenía “tres nomás”. Sonó como una disculpa. Luego me dijo que estaba esperando a que la situación del país mejore para ampliar su familia. Le encantaban los niños, como a cualquier persona feliz y sana.
No le dije, por cortesía, que la tasa de natalidad ha caído tanto en buena parte del mundo que hoy en día uno de los principales problemas que enfrentamos como especie es la falta de nacimientos y, consecuencia de ello, el acelerado envejecimiento de la población. Preferí no contarle que hay personas e ideólogos que odian a los niños con todo su ser, vaya uno a saber por qué razones enfermas... En verdad es algo difícil de creer. Hay quienes incluso critican a las familias numerosas. Unos tristes loquitos.
Me despedí, no sin antes sugerirle que escriba su historia. No para publicarla o para compartirla sino para dejarle algo a sus pequeños y a sus nietos. Sea cual sea el camino que siga nuestra sociedad, estoy seguro de que conocer su pasado y referirse a una familia llena de amor y esperanza será muy valioso para ellos.
Columnas de ERNESTO BASCOPÉ