Internacionalización y virtudes públicas en las universidades
Una ética de las virtudes públicas, necesariamente compromete desde las oficinas de relaciones internacionales de las universidades públicas bolivianas, una apuesta por la justicia, como virtud fundante en el mundo de la actuación pública.
Y esta justicia, exige establecer prioridades a la hora de elegir a quiénes vamos a servir, a quiénes estarán destinados nuestros esfuerzos. La apuesta es por las y los jóvenes de excelencia, provenientes de un amplio espectro social. En general, nuestros estudiantes provienen de la clase media de la población boliviana.
En la misma línea de Camps (1990), coincidimos en que, las virtudes son cualidades, modos de ser individuales, que tienen una dimensión necesariamente pública, porque están dirigidas a los demás.
Las virtudes públicas que se deberían situar en una tabla de mínimos en los profesionales que conforman una oficina de Relaciones Internacionales serían las siguientes:
La solidaridad ha sido y es una virtud próxima, complementaria a la justicia, en el marco de nuestra actuación, totalmente ajena al individualismo liberal. Nunca es fácil ponerse en el lugar del otro, exige una suerte de generosidad, de despojarse de cierto sentido propio y entender vivencias culturales y formas de pensar y actuar distintas. Es el bien público quien da el norte a la actuación de los individuos.
El sentido ético del servicio público, lo expresa acertadamente, Agnes Heller (1989), al referirse al otro que se traduce en el reconocimiento activo de que su vida me interesa también a mí.
Sólo la solidaridad bien entendida, permite el ejercicio oportuno de la equidad y la igualdad. A la par, que un diálogo simétrico en un mundo donde el otro es mi igual, aunque diferente. Las diferencias con los demás existen, sin embargo, no es óbice para permitirnos pensar más allá de lo inmediato y personal y atender el planteamiento plural del nosotros, desde un respeto activo.
La asunción de la responsabilidad exige una apertura mental permanente en diálogo franco con los actores pluridiversos de los contextos internacionales y los becarios.
La práxis de la responsabilidad como ejercicio social permite la interpelación y compromiso de los actores que son parte de la internacionalización. Desde la máxima autoridad ejecutiva, representada por los rectores, hasta los funcionarios de las oficinas administrativas ligadas a los presupuestos óptimos para movilidades de estudiantes, docentes investigadores y administrativos.
La profesionalidad está asociada a un parámetro de excelencia profesional y al disfrute del trabajo bien realizado en beneficio de la comunidad universitaria. Lo que repercute en resultados palpables traducidos en números en relación con las movilidades de estudiantes, docentes y administrativos de las universidades, así como nuevas políticas en el tratamiento de los convenios internacionales.
De manera cierta, Josef Esterman (2010) afirma que la interculturalidad es una actitud. La interculturalidad en las universidades públicas favorece el relacionamiento y afirmación de los becarios, en un alto número provenientes del mundo indígena, portadores de una plataforma reivindicativa, discursiva e identitaria común, así como de códigos culturales propios, pero también, los ha visibilizado como sujetos de poder, de soberanía. Es un nuevo relacionamiento que se articula con ellos, sobre la base de la igualdad con dignidad.
Apostar por una internacionalización con interculturalidad donde ninguna cultura hegemoniza y el encuentro académico implica enriquecimiento mutuo. En todo caso, la interculturalidad es una actitud de apertura y acercamiento a la “otredad”. Una interculturalidad que posibilite el aprendizaje bidireccional entre culturas distintas.
Columnas de NELLY BALDA CABELLO