41 años de democracia
Ciertamente, nuestro país, desde su fundación, no ha tenido una arraigada tradición democrática. Más bien, su historia ha estado plagada de golpes de Estado. Hasta las últimas dos décadas del siglo pasado, hemos tenido más presidentes militares que civiles. Tal vez, los periodos democráticos hasta 1982, fueron solo “interregnos”.
El ciclo democrático que vivimos hoy, desde 1982, es el más largo e ininterrumpido de nuestra historia. No hubo ninguna interrupción. Ni siquiera el 2019. En términos de legislación y reglas, en todo este tiempo, se pueden encontrar significativos y loables avances, como: la institucionalización de los partidos; la implementación del padrón electoral y el padrón biométrico; las formas de elección y la democracia intercultural; la representación por territorio; la paridad de género y la democracia participativa a través del referéndum.
No obstante ese desarrollo legislativo, en términos de resultados, más que avances, hemos tenido retrocesos. Para una breve evaluación, sobre la satisfacción y resultados con la democracia es imperativo, previamente, contar con algunos conceptos mínimos. Hay, naturalmente, una inmensa cantidad de conceptos sobre democracia, así como existen teorías y conceptos, sobre el poder y el Estado. Partamos de algo esencial. La referencia que hace Aristóteles, sobre la democracia, cuando nos habla de seis formas de gobierno. La democracia sería “el gobierno del pueblo”. En rigor, de los “representantes” del pueblo.
A esa idea, del gobierno de los “representantes” del pueblo, debemos añadir ahora, la división, separación, independencia y equilibrio de poderes. Principios esenciales del concepto de República. Estas nociones, introducidas por John Locke y el Barón de Montesquieu, en los inicios del siglo XVIII, son los pilares fundamentales de la democracia. El concepto de Estado de derecho radica, precisamente, en esos pilares.
Con esos conceptos, ahora, podemos efectuar una sucinta evaluación sobre estos 41 años de democracia ininterrumpida. Dividiremos en dos ciclos. El primero, de 1985 hasta el 2005, el de la “democracia pactada”. El segundo, desde el 2006 al 2023. En ambos ciclos, hubo dos momentos de aguda crisis, en los que las calles tomaron protagonismo de primer orden. El primero se produjo en la llamada “guerra del gas”, en octubre de 2003, cuyo desenlace fue la renuncia de Sánchez de Lozada. El segundo, en octubre y noviembre de 2019, que produjo también, la renuncia de Evo Morales. En ambos casos hubo, felizmente, sucesiones constitucionales, que no alteraron el orden democrático.
Desde 1985 al 2002, tuvimos cinco presidentes, todos ellos elegidos, en segunda vuelta, en el parlamento. Desde el 2006 hasta el 2023, dos presidentes. Evo Morales en tres gestiones, del 2006 al 2019 y Arce Catacora del 2020 a la fecha. Cabe resaltar que, desde el 2009, los procesos electorales se realizan en el marco del nuevo texto constitucional.
La calidad de los gobernantes en las cinco gestiones del ciclo neoliberal fue deficiente. En menos de dos décadas, se “embadurnaron” con la corrupción. El prebendalismo, el clientelismo y el patrimonialismo fueron moneda corriente. En suma, una decepción. Sin embargo, relativamente, de algún modo, preservaron los principios del Estado de derecho.
Producto de esa decepción y descontento generalizado con los políticos de la “democracia pactada”, luego irrumpe en el escenario político (parecido a lo que sucede hoy con Milei, en Argentina) Evo Morales. En un principio, con el discurso de cambio y una nueva forma de hacer política, genero ilusiones y muchas esperanzas. Sin embargo, la concentración de poder y el tiempo, acabó pervirtiendo al caudillo y a su partido. Morales fue reelegido, el 2009 y el 2014. Frente a un gran cuestionamiento y violando la constitución, pretendió ser reelegido nuevamente el 2019, con el desenlace conocido. En las nuevas elecciones del 2020, Arce Catacora, su discípulo, fue elegido con el 54% de la votación.
En el régimen masista, solo que, con más recursos, se profundizaron todos los “males” y “pecados” del ciclo neoliberal. En cuanto al respeto de los principios del Estado de derecho, fue y es calamitoso. Cooptaron todos los poderes al servicio exclusivo del partido. Como se puede observar, en términos de resultados, de gestión y respeto a los principios del Estado de Derecho, tenemos más bien un retroceso. Sin embargo, sigue siendo la mejor forma de gobierno.
Columnas de ROLANDO TELLERÍA A.