Restaurantes llenos, ¿signo de prosperidad?
Hace algunos días escuchaba por radio la declaración del ministro de Economía, Marcelo Montenegro, asegurando que Bolivia se recupera de la crisis y que hasta fin de año estará entre las tres naciones que más crecen en la región.
La autoridad puso en duda las versiones de analistas en el rubro y afirmó que como señal de estabilidad y abundancia se puede apreciar los restaurantes abarratodos a lo largo del territorio nacional.
Las declaraciones estuvieron rodando por mi mente a lo largo de todo el día, hasta que, por la tarde, me llegó un meme con la frase del ministro y una ilustración de niños con sus platos vacíos, pidiendo limosnas y comida en un restaurante. La imagen caló hondo en mí y la noticia de la radio también, pues justamente, pese a ser veterianaria de profesión, tuve que emprender con mi pequeña familia un negocio, y efectuar turnos de atención con mis hijos y esposo para poder generar algo más de recursos que nos permitan algo de dinero para sobrevivir.
También caló hondo, porque a diario, recibo la visita de personas de bajos recursos que llegan hasta mi puerta para recibir lo poco que podemos compartir con ellos de entre los ingredientes o comida que queda.
Entonces, señor ministro, los restaurantes no se hallan llenos en Bolivia debido al exceso de dinero, ni a la prosperidad de los propietarios o de los ciudadanos. Los restaurantes se hallan “abarrotados”, porque hoy pululan en cada cuadra y se han convertido en un rubro que acoge a familias enteras para alimentarse a precios accesibles (tal vez porque comprar ingredientes en cantidad resulta más barato que adquirirlos de a poco).
También porque los padres hemos tenido que incorporar de manera temprana al mundo laboral a nuestros hijos, sin pagarles sueldos, para poder costear sus estudios, y, tal vez, porque las mujeres nos partimos el alma y sacrificamos el triple para lograr llevar el pan a nuestras mesas.
Columnas de Luis A. Gonzales