Cochabamba, hacia la planificación metropolitana
Cochabamba necesita la renovación de su ordenamiento mediante una planificación que responda a los nuevos desafíos socioambientales del siglo y en correspondencia con los compromisos asumidos en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Vivienda y Desarrollo Urbano Sostenible, Hábitat III, en Quito, Ecuador, el 20 de octubre de 2016, y enunciados en la Nueva Agenda Urbana.
Un aspecto imperativo de ser repensado, por su funcionalidad, morfología y paisaje, se refiere a la movilidad urbana. El incremento poblacional y la transformación de entidad territorial demandan la generación de un sistema integrado de transporte público cuyos lineamientos estén insertos en un plan metropolitano de movilidad urbana, que permita la conectividad mejorando tiempos y costos de desplazamientos cotidianos.
El Tren Metropolitano como tranvía urbano cubrirá, en tres líneas, seis de los siete municipios metropolitanos, en una longitud aproximada de 42 km que de alguna manera aporta a la movilidad hasta que pueda constituirse un sistema multimodal. La vinculación a través de redes conectoras periféricas que integren todos los sectores urbanos, especialmente aquellos marginales, garantizará mejor uso del suelo y la relación entre infraestructura urbana, equipamientos, espacio público y áreas verdes.
Otro aspecto que no puede dejarse de lado constituye la integración de las actividades urbanas en espacios multifuncionales, como apoyo a la desconcentración de un centro tradicional, y mejoramiento de la fragmentación socioespacial urbana. La optimización de la conectividad espacial y del mobiliario urbano reducen las posibilidades de violencia y delincuencia por la presencia de ciudadana. Reducir la informalidad, mejorar la integración de los sectores vulnerables a partir de la revitalización de barrios con actividades lúdicas e incremento de actividades complementarias sociales y económicas, permitirá apoyar indirectamente la productividad local mediante un manejo del urbanismo táctico como aporte a la seguridad ciudadana y al equilibrio geográfico.
Las centralidades y subcentralidades en este sentido son útiles. Mejoran los espacios para la cohesión social, fortalecen el concepto de comunidad, reducen tiempos de desplazamiento, refuerzan la priorización de satisfacción de necesidades mediante la participación en la toma de decisiones, coadyuvan en la integración de estas centralidades con otras del tejido urbano, integran funcionalmente la vida comunitaria mediante la revitalización rehabilitación, renaturalización y renovación en el contexto de la transformación urbana.
El mejoramiento de la calidad de la vivienda, en términos de integrar el espacio privado residencial con el espacio adyacente, es otro ámbito de trabajo a encarar. Mejorar la compacidad a partir de la densificación de sectores barriales posibilitará el desarrollo de infraestructura básica de servicios para resaltar la accesibilidad al uso de la movilidad urbana, espacio público, áreas verdes, vialidad, equipamientos, seguridad ciudadana, entre otros. Finalmente hay que considerar la necesidad de satisfacer el derecho humano de acceder a vivienda digna a toda la comunidad habitante de la periferia.
Es imprescindible también repensar las condiciones ambientales de la ciudad, de manera de posibilitar una renaturalización de sus espacios públicos y áreas verdes a fin de disminuir los efectos negativos producidos por el cambio climático. Debe considerarse la generación de amplios bosques urbanos, conectores de infraestructura verde, cinturones verdes metropolitanos que permitan, por una parte, articular el tejido urbano, y por otra, posibilitar recorridos peatonales o en movilidad alternativa con amplio manejo de biodiversidad.
La efectividad de la participación ciudadana de muy poca referencia actual, o escasa aceptación por parte de los tomadores de decisiones, demanda el planteamiento de lineamientos y premisas que involucren con mayor precisión a actores en el manejo integral del tejido urbano, equipamientos sociales y la generación de espacios públicos de calidad, por una parte; y por otra, que mejoren las posibilidades de cohesión social y confort urbano para satisfacción colectiva que, traducidos en planes, posibilitarán el mejoramiento de la funcionalidad de la ciudad.
El desarrollo metropolitano no es la solución automática, no representa la pócima mágica para mejorar la calidad de vida de las personas, ni la funcionalidad, morfología y paisaje del territorio. Si bien constituye una oportunidad, en especial para grupos humanos desatendidos históricamente, carentes de condiciones y posibilidades de mejoramiento humano, su consolidación conlleva la generación de un arduo trabajo de planificación con mirada integral a una problemática que siempre estuvo presente a escala de ciudad, por lo que los proyectos ya no son posibles de ser planteados independientemente, sino que su tratamiento debe pretender el desarrollo integral metropolitano, contemplando las particularidades de la realidad.
El autor, Ph.D., es investigador del Ceplag – UMSS, mkquiroga@gmail.com
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