El estrépito de la guerra en el Medio Oriente
En la serena quietud de mi home office, el estrépito de la guerra me hace pensar en el Estado de Israel, situado en la curva meridional del mar Mediterráneo, en el Medio Oriente. Un país que se ha hecho a sí mismo de muchas maneras, hasta erigirse en un gigante tecnológico y de seguridad, además de contar con reconocidas figuras en las ramas científicas y en las corrientes del pensamiento universal.
La lucha de Israel por establecer un Estado nacional se remonta a la Declaración de Balfour de 1917, formulada por el gobierno británico, que “contempla favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío”.
La resistencia árabe ha ocasionado a Israel varias guerras, en 1948, 1956, 1967 y 1973. En todas triunfaron las armas israelíes (Kissinger, 2016). Hay que recordar que Hamas, en 2006, ganó las elecciones en Gaza y al hacerlo se erigió como el controlador de la zona, desplazando al Grupo Fatah del presidente palestino, Mahmoud Abbas.
Según los datos de las principales fuentes de noticias internacionales, Israel respondió en legítima defensa al ataque terrorista de Hamas ocurrido el 7 de octubre pasado, cuando los terroristas incursionaron con fuerzas blindadas y de infantería en territorio israelí y atacaron a los habitantes de las comunidades fronterizas de Gaza y a los asistentes a un festival de música.
Pero, también, resulta inexplicable que un Estado en acecho permanente por fuerzas extremistas, Hezbollah y Hamas, haya descuidado la inteligencia militar para prevenir dichos ataques pese a contar con unos de los mejores soldados profesionales del mundo, las Fuerzas de Defensa Israelíes (IDF, por sus siglas en inglés).
Por otra parte, el derecho internacional de los derechos humanos y el derecho internacional humanitario deberán ser puestos a prueba para proteger a la población civil de ambos lados de la franja de Gaza. No es admisible, bajo ningún concepto, que la fuerza bélica de los bandos en conflicto ataque a civiles desarmados, poblaciones vulnerables, mujeres y niños, más allá de su nacionalidad y procedencia. La venganza es opresora, trastorna el espíritu de magnanimidad que los pueblos deberían hacer prevalecer. La grandeza de un país no está en la iracundia ni el odio desenfrenado, está en la nobleza y mesura de los actos. Los niños y niñas tienen que ser respetados en una situación de guerra, son el tesoro más importante de preservar, son el presente y futuro de una nación.
Ahora bien, la famosa periodista italiana Oriana Fallaci, en sus libros La rabia y el orgullo (2015) y La fuerza de la razón (2008), remarca que no deja de ser preocupante la respuesta tibia de Occidente que no se percata del peso gravitante del islam en la opinión pública de los ciudadanos del mundo libre en diversos continentes, que no advierten la amenaza del islamismo. En la misma línea expresa, que el Corán pretende imponer su cultura en la civilización occidental. En ese sentido a lo que se enfrentaría el mundo es al mantenimiento de la paz y lo que entendemos por libertad y democracia frente al resurgir del tejido ideológico del islam, donde Alá gobierna las voluntades y acciones de sus fieles.
Por lo demás, en La Tradición oculta” (2000), la filósofa, Hannah Arendt revisa la historia del movimiento nacionalista sionista en el mundo dividido entre sionistas universales y sionistas revisionistas, siendo los primeros los que se encuentran más predispuestos al diálogo con los árabes y están de acuerdo con conferencias de paz y la presencia de otros países mediadores y los segundos, tienen una posición de enraizado nacionalismo. El peligro de un nacionalismo exacerbado por ambos contendores no atisba el entendimiento necesario para resolver las disputas territoriales y la coexistencia pacífica en un territorio en disputa, flanqueado por países más cercanos a la causa árabe.
En todo caso, a la luz de los acontecimientos que se suceden día tras día, se torna difícil conciliar posiciones y entablar ruedas de negociaciones que apuntalen una paz duradera y la coexistencia pacífica en el Medio Oriente.
La autora es profesora titular de la UMSA e internacionalista
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