Entre el malo conocido y el loco por conocer
Se veía venir. Cuando terminó el último debate presidencial de las elecciones generales en la Argentina, quedó claro que Massa iría al balotaje con Milei. Bullrich trató, pero no pudo. Es muy difícil jugar al centro cuando el contexto es de polarización.
Massa convenció a un grueso del electorado con un mensaje simple y efectivo: yo soy el malo conocido y les prometo que lo voy a hacer mejor que el impresentable de Fernández. Adicionalmente, vendió el fardo de que la crisis económica era la herencia de la desastrosa gestión de Macri y que cuando él llegó al Ministerio de Economía, poco o nada se podía hacer. Obviamente que los números lo desmienten categóricamente, pero vivimos en el reino de las noticias falsas y es muy fácil ahora posicionar mentiras descaradas como verdades aceptables.
Milei, que hizo una tremenda precampaña, que fue un vendaval en las PASO, se equivocó de la misa a la media cuando la estrategia y el mensaje son lo que importa. Su principal fortaleza, su radicalidad y desparpajo, se convirtieron en su techo y en su sonoro fracaso en la primera vuelta. Sí, fracaso, porque los logros se miden en función de las expectativas y Milei había persuadido a medio mundo de que era posible que ganara en primera vuelta… y quedo a siete puntos debajo de Massa.
La fuerza histórica del peronismo, que Massa logró aglutinar en gran medida y el miedo a Milei, que este no pudo disipar a tiempo, son los dos factores estructurales que explican en buena medida lo sucedido el 22 de octubre en Argentina. Hubo, claro que sí, otros factores, errores tácticos de Milei que se pasó de decibeles en su crítica al macrismo o el excesivo triunfalismo demostrado en los cierres de campaña, que contrastaron con la sobriedad y seriedad de Massa; también la desorientación de la campaña de Bullrich que fue dando tumbos sin templanza estratégica, pero estos últimos elementos contribuyeron al resultado final, pero no lo explican completamente.
Ahora, ¿qué podemos esperar de la segunda vuelta? Por lo pronto ambos finalistas hicieron los discursos que manda el manual. Massa convocando a la unidad nacional, tratando de brindar seguridad y certeza, en la misma línea que le funcionó para lograr el excelente resultado del domingo pasado. Milei, girando 180 grados, apelando a un sector de la “casta” que tanto execró, el macrismo, con un discurso de polarización al todo o nada: sepultemos al Kirchnerismo.
¿Cuál de los dos funcionará mejor? Es difícil saberlo. No olvidemos que después de las PASO, muchos analistas y expertos se apresuraron a pronosticar una victoria arrasadora de Milei en las elecciones generales. No sucedió. Ahora, los mismos pitonisos, juran que Massa ya es el nuevo presidente argentino. No sé.
Por lo pronto, sin duda que el contexto parece favorable al ministro de Economía, pero yo no estaría tan seguro de que la inercia lo va a favorecer. Si bien es cierto que los votos de Schiaretti y de Bregman difícilmente pueden engrosar a Milei, no es seguro que venzan su predisposición a abstenerse o votar nulo o blanco. Massa deberá esforzarse mucho para convencer por lo menos a la mitad de esos electores.
Pero sin duda que es el macrismo el que tiene la definición de la elección. Y cuando digo el macrismo, no me refiero a Macri, ni a Bullrich, ni a Larreta… estoy hablando de los electores de a pie. Obviamente que los líderes tienen un grado importante de influencia y pueden inducir a votar en uno u otro sentido, pero la gente común decide su voto de una manera muy diferente de lo que creen los políticos.
Estos electores definitorios se verán, el próximo 19 de noviembre, en la disyuntiva de votar entre el malo conocido y el loco por conocer. Yo, por el momento, no me animo a dar un pronóstico, pero ya tengo alquilado mi balcón para ver esa final de infarto.
El autor es sociólogo y consultor político
Columnas de RICARDO V. PAZ BALLIVIÁN