Ilustración para políticos de toda laya
A lo largo de la historia boliviana nunca dejaron de existir Gobiernos que utilizaban a indignos administradores de justicia para saciar sus bajos instintos, presentándose un caso de excepción que hoy lo describimos.
Por los años 1843 a 1848, encontrándose en la presidencia el general José Ballivián, su madre doña Isidora Segurola interpuso una demanda ante los tribunales de La Paz contra doña Josefa Landavery, exigiendo para sí derecho sobre unas valiosas heredades.
Fácil es entender que siendo la demandante madre del presidente de la República, la Corte de La Paz falló injustamente en favor de ésta.
La señora Landavery, interpuso recurso de nulidad contra tal ilegal resolución ante la Corte Suprema en Sucre y le pidió a Ballivián que no ejerza influencia en el litigio.
Una vez radicado el proceso en la Suprema, los graves magistrados no sabían qué hacer porque vieron que la madre del presidente no tenía ningún derecho a su favor, pero el grave problema radicaba en que ellos fueron designados por el mismísimo Ballivián.
Los ministros de la Corte Suprema resolvieron escribirle a Ballivián, expresándole que extrañaban mucho que guarde silencio tratándose del pleito de su respetable madre.
Ballivián de su puño y letra les respondió: “cumplan ustedes con su deber, como la justicia y las leyes mandan, que yo acataré sus sabias determinaciones”. Los supremos leyeron, releyeron la carta del presidente y no podían creer lo que leían.
Al final tuvieron que fallar en favor de la señora Landavery, en contra de la madre del presidente.
Este resultado, le valió al general Ballivián, glorioso vencedor de la batalla de Ingavi, ser golpeado e inmisericordemente latigueado por su señora madre en pleno palacio de Gobierno y recibir los epítetos de hijo infame, traidor y desnaturalizado. Prefirió cargar con este dolor, antes que ejercer influencia sobre la justicia, mientras que los ministros de la Suprema, para emitir su fallo, buscaron hacer depender el mismo de la orden proveniente del Palacio de Gobierno.
Hoy los “supremos” y los “tribunos” nos llenan de vergüenza ajena, no solo por su ineptitud técnica sino por sus actos encanallados sometidos al poder. Desgraciadamente, a algunos de ellos los conocemos desde que eran simples empleados públicos desprovistos de conocimientos elementales.
Por las manos de tan tremendos canallas pasan la vida, la libertad, la dignidad, el patrimonio de los bolivianos. Y que nadie esté seguro de no caer en sus garras.
Columnas de GONZALO PEÑARANDA TAIDA