El poder duro nunca pasó de moda
Uno de los principios con los que se creó la Organización de Naciones Unidas ha sido que sus miembros arreglarán sus controversias internacionales por medios pacíficos, de manera que no se pongan en peligro la paz, la seguridad internacional ni la justicia.
De manera similar, a partir de las Conferencias de Ministros de Defensa de las Américas desde 1995, se ha establecido como objetivo para nuestro hemisferio la resolución de las disputas pendientes, entre y al interior de los Estados, mediante acuerdos negociados y la adopción generalizada de medidas de fomento de la confianza mutua.
En la misma línea, la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) ha establecido como uno de sus principios la solución pacífica de controversias y la determinación de contribuir al fortalecimiento de Suramérica como zona de paz.
Si bien los postulados expresados por esas instituciones son los deseables, contrariamente, persisten los conflictos particularmente al interior de los países y más aún, cuando uno de los indicadores más inequívocos de esta realidad, muestra un incremento considerable en los presupuestos de defensa de los países.
Con la invasión de Rusia a Ucrania se ha puesto de manifiesto que el poder duro está de regreso, y con mayor fuerza luego de un período de prevalencia del poder blando y del poder inteligente. A partir de octubre el panorama se complica más con la guerra entre Israel y el grupo Hamás.
Los conceptos de poder duro, poder blando y poder inteligente (hard power, soft power, smart power) son de uso común en las relaciones internacionales entre los Estados, así como en su relacionamiento al interior de los mismos como lo analizamos a continuación.
Se hace obligatorio inicialmente definir el término “poder” como elemento común en este relacionamiento. Para el profesor Robert Dahl, poder es la capacidad de lograr que otros hagan lo que de otro modo no lo harían, mientras que para el profesor Joseph Nye el poder es la capacidad de alcanzar los propósitos u objetivos propios. Estos dos conceptos vistos desde la esfera política señalan que los líderes usarán el poder del Estado para ejercer control sobre el conjunto de circunstancias y sus ubicaciones geográficas a fin de lograr los objetivos que apoyan sus intereses. Los líderes proveen la dirección para el uso coactivo o persuasivo de este poder con el fin de lograr objetivos específicos.
El poder duro está referido al poder nacional radicado en los medios militares (Fuerzas Armadas) y económicos. Este poder, según Nye, describe la capacidad de un Estado o líder político de utilizar incentivos económicos o la fuerza militar para influir en el comportamiento de otros actores. El poder blando, definido hace más de 30 años por Nye, se basa en la capacidad de un actor político para incidir en las acciones o intereses de otros actores valiéndose de los medios culturales e ideológicos con el complemento de los medios diplomáticos. En otras palabras, es la habilidad de obtener lo que quieres a través de la atracción, antes que por la coerción o las recompensas. Surge del atractivo de la cultura de un país, de sus ideales políticos y de sus políticas.
Con los dos mediáticos conflictos internacionales en curso se ha puesto en serio cuestionamiento el predomino y efectividad que el poder blando ha tenido en las últimas décadas, consecuentemente está tomando fuerza nuevamente el poder duro con el empleo de la fuerza coercitiva por parte de Estados y actores no estatales en procura de alcanzar sus objetivos.
Otro ejemplo de la revitalización del poder duro es el constante desarrollo de fuerza de Estados Unidos, el incremento del presupuesto de defensa por parte de Alemania, la reciente demostración de fuerza de China en las costas de Taiwán y otros similares de Corea del Norte con los Estados vecinos, lo que permite inferir que el poder duro se ha revitalizado agresivamente como forma de alcanzar los objetivos y preservar los intereses propios e imponerse sobre otros Estados.
Un indicador clave de esta política es el gasto público militar. En lo que respecta a Latinoamérica, no está alejado de lo que ocurre en otros continentes, puesto que mantiene una tendencia continua de crecimiento pese a los efectos económicos de la pandemia de Covid-19, lo que muestra que el poder duro nunca ha dejado de estar de moda (Nye).
Los acontecimientos en el mundo de hoy, desencadenados por los dos conflictos mediáticos vigentes, indican que el poder duro prevalecerá como medio de imponer los intereses de los Estados. Su empleo no está reservado solo a las potencias sino a todos quienes tengan la capacidad y decisión de amenazar o utilizar el instrumento bélico y/o económico. El incremento de los presupuestos de defensa de los países evidencia una carrera armamentista que se traduce en el aumento de los medios militares que servirán como recurso de amenaza, disuasión o para el empleo directo del poder militar.
El implementar una estrategia exitosa que combine el poder duro con el blando de la manera más eficaz posible, es lo que Nye denomina poder inteligente, es decir, una complementación de ambos manera que se refuercen mutuamente.
Los países débiles económica y militarmente carecen no solo de los recursos del poder duro, sino también de los relacionados con el poder blando, la capacidad de seducir y de influir en la agenda internacional (Nye), en consecuencia, la revitalización del poder duro en el mundo, debe obligarnos a reflexionar en las habilidades propias de Bolivia para desarrollar, mantener y emplear este poder en defensa de la patria.
Bolivia cuenta con un poder duro (sus FFAA) estructurado antes que la patria, que será empleado únicamente en legítima defensa de su independencia e integridad territorial y como Estado pacifista que es —al igual que otros— anhela vivir en un mundo sin violencia, por lo que los políticos, los diplomáticos y las autoridades están en la obligación de transformar los conflictos en paz y las amenazas en esperanza. Esta será la forma por excelencia de materializar el ideal de vivir sin violencia ni opresión; pero hasta que ese día llegue se tendrá que lograr que los ideales y los errores humanos encuentren un punto de equilibrio. No perdamos la fe en que llegue pronto el día cuando podamos deshacernos del poder duro de las armas, mientras tanto, debemos estar convencidos de que la paz y la estabilidad no son gratis, requieren de un gran esfuerzo y arduo trabajo, generalmente silencioso y poco valorado.
Bolivia contará con sus FFAA (poder duro) en tanto y cuanto existan obstáculos para alcanzar sus objetivos y amenazas para sus intereses nacionales.
El autor es general de División y miembro del cuerpo de generales de Bolivia
Columnas de GROVER ROJAS UGARTE