Discurso de asamblea universitaria
Siempre me ha producido una gran curiosidad saber quién escribe los discursos del primer mandatario. Me da la impresión de que es alguien que vive en una heladera gigante desde los años 50 y que, en estas ocasiones, lo despiertan con choques de electricidad para que elabore las arengas presidenciales. Las ideas, los marcos de referencia, las consignas y las frases de efecto me recuerdan, no sin una enorme nostalgia debo confesar (con saudade, dirían los brasileños), a las gloriosas asambleas universitarias plagadas de humos sagrados, hormonas y entusiasmo de "cortapalo", donde el estudiante, menos aventajado en retórica, tomaba el micrófono y soltaba la voz para hacer historia.
Hoy como ayer, las alocuciones desde el árbol del poder dejan traslucir varias lecturas trasnochadas y una visión del mundo congelada en la primera Guerra Fría. La celebre Unión Soviética versus el maldito imperialismo yanqui. A ratos me parece vislumbrar, en el discurso, toques del Manual de economía política de Pert Nikitin. Que tire la primera piedra quien no fue torturado con este libro.
Ahora bien, cuando la pieza retórica llega al clímax —con los anticapitalismo, antimperialismos, anticolonialismo— se nota también cierto dejo intelectual de Marta Harnecker, una socióloga chilena que había abrazado con fanatismo delirante la revolución cubana. Su libro más infame era Conceptos básicos de materialismo histórico.
El escritor de los discursos del presidente también se da licencias poéticas, pero sin perder la dureza del alma revolucionaria. Se nota que leyó —emocionado y quien sabe “empanadeando” con un primer amor furtivo— Las venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano.
No solo las ideas y las consignas huelen a naftalina, sino la forma, el tono emocionado, los cortes esperando los aplausos alquilados y burocráticos, las tiernas miradas al horizonte del proceso de cambio. Dan ganas de gritar patria o muerte. Y salir a darle un beso a una compañera próxima antes que responda: “Venceremos”. Además, decirle que es más linda que la Sierra Maestra cuando bajan los guerrilleros. Es un inútil viaje en el tiempo porque no se rescata lo mejor de la nostalgia, contrariamente, se recolecta el veneno del dogma, pero en botellas de plástico.
En términos económicos, se nota, en las peroratas oficiales la influencia del economista argentino, líder de la Comisión Económica para América Latina (Cepal) de los años 50, Raúl Pebrich. De hecho, de este andamiaje conceptual proviene la idea de la industrialización con sustitución de importaciones. Es decir, es una pieza del “museo de grandes novedades”. Aunque sin rubor se asume autoría sobre el marco teórico. Un modelo pensado y hecho por bolivianos, reza la propaganda.
En los hechos, este modelo ha fracasado en varios países de la región y desde esa época mucho río intelectual ha pasado bajo el puente. El debate de industrialización ha avanzado significativamente, pero lamentablemente no ha llegado a la mente del escribidor de los discursos. ¿O será del propio mandatario?
Ahora confieso que muero de miedo, tengo pánico, terror que sea el mismo presidente quien hace sus discursos. En los años 70, las radios Nueva América, en La Paz, Cosmos, en Cochabamba, Villazón, en Villazón transmitían una exitosa radionovela sobre las fantásticas aventuras de Kalimán y su pequeño amigo Solín. Kalimán, el hombre increíble, se presentaba como: “caballero con los hombres, galante con las mujeres, tierno con los niños e implacable con los malvados”. Pero a la hora de presentar el elenco te daban una sorpresa: “Y en el papel de Kalimán, el propio Kalimán”. Cualquier día los guionistas de la propaganda nos dicen: “Y como autor del discurso presidencial, el propio presidente”.
En ese contexto, este fue uno de los discursos más ideológicos y daba la impresión de que solo tenía un destinatario: su exhermano y compañero: Evo Morales. A ratos parecía que el primer mandatario estaba dando el examen de su curso de formación política, en versión introductoria, ante un maestro que no le creía. Por lo tanto, el estudiante, a medida que avanzaba la perorata aumentaba el tono y la radicalidad, como suplicando: “Yo también soy de izquierda, aunque tú me llames de cajero neoliberal, ingrato”.
En la substancia de la arenga, la primera acción fue abrir el paraguas de los pretextos. Buscar los principales enemigos de los regulares y malos indicadores que vendrían. Al contrario de otras épocas, se preparó a la gente diciéndole sobre la tremenda crisis económica que se vivía el mundo capitalista que nos está afectando. También, cuándo no, a la gestión de la presidenta Áñez, que en 11 meses destruyó una economía que era presentada como una fortaleza soviética.
Finalmente, se fustigó a los enemigos internos que ahora duermen en la misma cama del proceso de cambio disputando la frazada ideológica y la paternidad del modelo económico. Con este discurso se enterró la vieja narrativa de la economía blindada y se intentó romper con el pasado inmediato. El presidente Arce comenzó a negar sin medida ni clemencia al ministro Arce y, sin que se le mueva un pelo, renegó de un pasado que el contribuyó a construir.
El autor es economista
Columnas de GONZALO CHÁVEZ A.