El abandono del corredor bioceánico
Recientemente tuve la oportunidad de participar en una conferencia donde el presidente del Paraguay, Santiago Peña, y su equipo de ministros, expusieron ante líderes latinoamericanos los planes de desarrollo que impulsarán para continuar promoviendo el progreso de ese país. Entre las grandes prioridades destacadas por el presidente Peña destaca el corredor bioceánico que cruza el chaco paraguayo y que integra a la Argentina, el Brasil, Chile y Paraguay. Mientras tanto, Bolivia parece haberse autoexcluido de este proyecto de desarrollo.
En la visión del gobierno de Paraguay, el corredor bioceánico transformará la región occidental de su país en un gran centro logístico internacional al constituirse en el paso más corto entre los puertos brasileños sobre el océano Atlántico y los chilenos en la costa del Pacífico. Está principalmente orientado a brindar una solución logística a la producción del estado de Mato Grosso do Sul, unos de los grandes productores de alimentos del Brasil.
Paradójicamente, con la finalización de la construcción de la carretera Santa Cruz – Puerto Suarez Bolivia ya tiene una vía consolidada, hace más de 15 años, de lo que debiera constituirse como uno de los correderos bioceánicos que atravesaría Sudamérica para integrar a las gigantes economías del Asia con las grandes regiones productoras de nuestra región, ubicadas principalmente en Brasil.
¿Qué pasó para que no solo nos quedemos estancados, sino que además nos hayamos excluidos de este gran proyecto de desarrollo de proyecciones continentales, sin que siquiera sea objeto de discusión pública? Lo que sucede es que el Gobierno de Bolivia se negó a avanzar en la suscripción de los acuerdos que hubieran permitido la circulación de personas, mercaderías y medios de transporte, con lo cual nos quedamos con la carretera y sin el corredor.
¿Por qué sucedió ello? Porque quienes dirigían la política exterior durante la primera gestión del gobierno de Evo Morales argumentaban que no le entregarían “gratis” a Chile el acceso al Brasil por nuestro territorio, y que utilizarían esta ruta de transporte como un elemento de negociación para nuestra reivindicación marítima. Consecuentemente, al politizar el proyecto del corredor bioceánico, la carretera Santa Cruz – Puerto Suarez no llegó a inaugurarse con la presencia de los presidentes de Brasil y de Chile, como se había anunciado y se suspendieron sin fecha de reinstalación todas las negociaciones necesarias para convertir la carretera en corredor de comercio y de servicios para insertarse como opción entre las grandes rutas de transporte entre las economías de ambos océanos.
Eran los años de la soberbia gubernamental basada en los ingresos extraordinarios producidos por los altos precios de las materias primas, cuando nuestras exportaciones de hidrocarburos, minerales y oleaginosas generaron la ilusión de que no necesitábamos del mundo y que habíamos descubierto una ruta inédita, con piloto automático, hacía la bonanza que nos daba la comercialización internacional de estos productos.
La fiesta se acabó y el país necesita desesperadamente generar nuevas fuentes de divisas para sostener y diversificar nuestra economía, garantizando las bases de su estabilidad y estableciendo las condiciones para un crecimiento sustentable. Para ello, no hay duda de que un corredor bioceánico nos permitiría generar alrededor del mismo un círculo virtuoso de desarrollo, puesto que la gran cantidad de servicios que demandaría el flujo de comercio resultante tendría un amplio y profundo efecto multiplicador en nuestra economía y en todos los departamentos que atravesaría.
Si el Paraguay, o el Perú, consolidan otras rutas de corredores bioceánicos no significa que aquellas vías que crucen el territorio boliviano pierdan sus chances, ya que el Brasil es tan grande que la eficiencia logística —en la cual los costos se miden al detalle— dependerá del lugar donde se origina la producción que se desea transportar. Bolivia comparte más de 3.400 km de frontera con Brasil y colinda con cuatro de sus estados: Acre, Mato Grosso, Mato Grosso do Sul y Rondonia, los cuales se caracterizan por estar entre los grandes productores de alimentos del mundo y podrían aprovechar las rutas que atraviesen Bolivia, de oriente a occidente y de norte a sur para, ser más eficientes en sus costos logísticos.
Debemos actuar con pragmatismo y visión de futuro y retomar el proyecto del corredor bioceánico como uno de los grandes puntales de la estrategia de desarrollo nacional.
Columnas de ÓSCAR ORTIZ ANTELO