Las cosas de la política
En tiempos pasados no era tan sencillo conformar un partido político, éste generalmente estaba representado por intelectuales de talla: de izquierda, de derecha o del centro, eran lunares los borregos si es que existían. Cada partido contaba con su estatuto, carta de principios, y orgánica interna, normas de comportamiento interno, programa de acción etc., no para cumplir meras formalidades legales, sino para su existencia real y seria.
Hoy el asunto es distinto, cualquier pelafustán aleccionado por intereses ocultos aparece oficiando de líder de una comparsa a la que le llaman partido político y provisto de documentos artificiales exigidos por ley inscribe al grupo fantasmal en el Tribunal Electoral para adquirir fácilmente su personalidad jurídica de partido (no “personería” como inadecuadamente se dice) con el propósito no de ganar las elecciones, sino de hacer negocio, de alquilar su sigla en favor de algún rufián de la política.
Fuera de este antecedente vomitivo, hay dos capítulos que no sabemos si nos llenan de vergüenza o de risa. Resulta que la ley obliga a la realización de las famosas “elecciones primarias” en los partidos u “organizaciones” políticas a cuyo propósito se ven los siguientes disparates:
1) En cada partido debería elegirse a sus candidatos presidenciales. No hay necesidad de realizar interpretaciones: un niño de 4 años sabe que puede elegir entre dos o más manzanas, no, si existe una sola que se le presente. Resulta que el “insigne” Tribunal Electoral ha potabilizado dicha “elección” en cada partido con la presencia de un solo candidato donde no hay nada que elegir. Esto está muy bien para idiotas, aunque parece que tal desatino está por ser corregido.
2) Para completar semejante estupidez, hoy se piensa que dichas elecciones “democráticas” dejen de ser internas y sean externas, es decir que cualquier persona pueda meterse libremente en el partido que desee para elegir al candidato de ese partido. Veamos el asunto:
Si el partido que tiene carta de principios quiere decir que participarán en dichas elecciones partidarias solo los que estén comprometidos con esa línea principista, no pueden participar los enemigos de esa ideología porque penetrando en ese acto pueden perjudicar a ese partido que les es ajeno y hasta odiado.
Por ejemplo, mediante esta aquiescencia, militantes del MAS podrían introducirse en Creemos para votar en contra del candidato preponderante de este último partido, o militantes de Comunidad Ciudadana podrían meterse en el MAS para votar en contra o a favor de Evo Morales o Luis Arce según les convenga.
Se dirá que en otros países las elecciones primarias son abiertas, pero tal modalidad se da de acuerdo a las características de cada país. En Bolivia, que es donde la burla domina, esto es sencillamente risible, pero el chiste nos puede costar muy caro.
Columnas de GONZALO PEÑARANDA TAIDA