Educación: fallas y fraudes
Más de 160.000 colegiales concluyeron los 12 años de estudio que los hace merecedores del diploma de bachiller y los habilita para continuar estudios superiores
Es muy posible que muchos de ellos no tengan las mínimas competencia en materias básicas para su formación. Y continúen con esas deficiencias en sus estudios universitarios.
Pero terminarán obteniendo un diploma de grado académico, sin alcanzar el nivel suficiente de conocimientos necesarios para desempeñarse con solvencia en la profesión que eligieron.
Eso ocurre no solamente por las estructurales deficiencias del sistema educativo nacional, sino también porque impera una cultura que privilegia el logro de la nota de aprobación con el menor esfuerzo, el engaño o la presión.
De acuerdo con los resultados del Tercer Estudio Comparativo y Explicativo de la Unesco de 2017 —cuando los nuevos bachilleres de hoy estaban terminando el nivel primario—, el 85% de los estudiantes del último año de escuela tenían ese año serias deficiencias en su aprendizaje, de manera que la mayoría no entendía lo que leía y ni tenía la capacidad adecuada para establecer relaciones, interpretar, reflexionar e inferir significados; lo que implica una deficiencia fundamental para el desempeño en otras áreas del conocimiento.
En matemáticas es peor: dos de cada tres estudiantes de sexto grado carecían de las habilidades necesarias para resolver problemas complejos. Y el 81% de los de tercer curso eran incapaces de solucionar problemas que involucran la comparación y conversión de medidas o la interpretación de figuras geométricas.
La mayoría de esos escolares de 2017 están cursando estudios secundarios y saldrán bachilleres en unos años, o iniciarán la universidad en 2024, sin haber superado las deficiencias constatadas por el estudio de la Unesco.
¿Cómo lo logran? Engañando a sus profesores, copiando en los exámenes o trabajos, y/o como resultado de la presión —incluso judicial— ejercida por sus padres con el fin de que se les otorgue calificaciones suficientes para aprobar las materias que cursan.
Lo mismo ocurre en la educación superior, y no se trata de una especulación, pues todos quienes pasaron por las aulas —de colegio y de universidad— han constatado cómo muchos alumnos hacen fraude.
El reciente escándalo en la universidad pública de Santa Cruz, donde 18 estudiantes se graduaron con documentos falsificados, confirma esa penosa situación.
La huelga de hambre de padres de familia en Tarija y las presiones de otros en Trinidad, lo mismo que las amenazas a profesores denunciadas en La Paz y otra ciudad, para conseguir que sus hijos aprueben el año a pesar de haber obtenido notas de reprobación son otras evidencias del desprecio total por la adquisición de conocimientos.