Quién se manifiesta por los palestinos
Pocas cosas buenas puede tener el drama humano del actual conflicto Israel-Palestina, pero en un esfuerzo, más egoísta que heroico, encuentro dos. La primera es que estamos lejos. Esto nos mantiene a salvo de sirenas y bombas y nos permite cierta imparcialidad sobre los graves dilemas que plantea ese conflicto.
De este bien menor se desprende otro de mayor trascendencia: esos dilemas, si encarados con honestidad, deben llevarnos a cuestionar certezas que damos por definitivas. Aunque no falta quien tome el camino inverso de ver en ellos la oportunidad de reafirmar sus prejuicios.
El lector que está acompañando, aunque sea superficialmente, las noticias del conflicto y sus repercusiones debe estar haciéndose preguntas difíciles sobre la violencia como último recurso, las leyes de guerra, el derecho a la defensa, el costo humano aceptable en el castigo de los enemigos, la libertad de expresión, y otras cuestiones que trascienden hechos sobre los que todavía no hay claridad imparcial.
Un importante desarrollo que tiene sus propias implicaciones es el de las manifestaciones en defensa de la causa palestina. No tengo estimaciones del número total de participantes y lugares donde estas se vienen produciendo, pero podemos tener una idea de su dimensión y alcance regional con algunos ejemplos: 70 mil en Barcelona, 100 mil en Ottawa, 300 mil en Londres, varias decenas de miles en Nueva York, Chicago, Roma, etc., sin contar las masivas movilizaciones en los países árabes.
En Canadá, los números y persistencia de las manifestaciones, a pesar del frío glacial, han hecho que el primer ministro Trudeau, cambie de posición con relación al pedido internacional de un alto al fuego. En Estados Unidos, la insatisfacción con la poca determinación del presidente Biden en el manejo el conflicto está alimentando la preferencia de los jóvenes no por los progresistas, sino paradójicamente por Trump. En las universidades norteamericanas, las expresiones de apoyo a la causa palestina están provocando intensos debates sobre la libertad de expresión. Algo similar en otras partes.
En todas partes el escenario es complejo por las varias cuestiones que se cruzan. Aunque creamos comprenderlas, debemos reconocer la posible legitimidad de más de una lectura.
Considerando el número de participantes y la amplitud regional de dichas manifestaciones, podemos suponer que entre ellos hay progresistas, socialistas y conservadores; feministas y machistas; y —¿por qué no?— miembros de varias categorías del colectivo LGBT. Una foto muestra un grupo que se identifica como Queers for Palestine; presencia quizá irritante para quienes prefieren formas más discretas de homosexualidad.
De todos esos grupos, el más notable es el de los judíos. Muchos de ellos en todo el mundo —jóvenes, sobre todo, pero también intelectuales de prestigio— han condenado las acciones de Israel posteriores al ataque de Hamas. Daniel Levy, un exasesor israelita en las negociaciones de Camp David, las caracteriza como “venganza”. No dudo de que todos ellos condenen ese ataque en los términos más tajantes, incluso antes de que se supiera del agravante de la violencia sexual.
Estas reacciones del mundo judío ponen en evidencia que los mismos principios que llevan a condenar el ataque de Hamas, donde murieron más de mil inocentes israelitas, obligan a condenar los bombardeos que han causado la muerte de más de siete mil niños palestinos, igualmente inocentes.
Entre los judíos que se suman a las protestas se destaca un número significativo de rabinos, que están participando en las manifestaciones de apoyo a los palestinos movidos por un sentido de humanidad y valores fundamentales que no son ajenos a la religión hebraica; así dicen sus discursos. Defendiendo esos valores, ellos rechazan que el Estado de Israel pretenda actuar en nombre de la comunidad judía del mundo. Not in my name es el slogan adoptado, por ejemplo, por el movimiento Jewish Voice for Peace.
Sólo la ignorancia o la ceguera voluntaria podrían llevar a confundir, como lo hacen algunos, los ideales humanitarios que defienden esas manifestaciones con una apología de Hamas, un antisemitismo o hipócritas paseos por el parque.
Al inicio del conflicto, el analista Yuval Noah Harari, señalaba que, habiendo sido Israel la víctima del ataque de Hamas, sus acciones militares estaban produciendo una “victoria diplomática” para Hamas, ya que habían logrado un reconocimiento de la situación del pueblo palestino. Reflexión similar hace Jeffrey Sachs. Cabe dudar si, vistas la destrucción y muertes causadas, esa supuesta victoria justifica su precio.
La lógica con la que se hace esos cálculos huye a mi comprensión, pero no cabe duda de que una de sus consecuencias está siendo un mayor reconocimiento mundial de los elementos justos de la causa palestina. Ojalá se hubiera llegado a este fin y al debate necesario para abrir la puerta de la paz sin ese horrendo costo humano de ambos lados.
Columnas de JORGE PATIÑO SARCINELLI