Muchos tiros, ninguno al blanco
“La ecuación del caos es matemática pura”, dice la periodista mexicana Anabel Hernández en un artículo dedicado a identificar las causas y lecciones de la terrible crisis desatada en Ecuador.
Frase certera para señalar que no hay que ser adivina ni genio para percibir qué ha originado esa crisis, cuáles son las lecciones y los efectos que de ella se derivan. Hernández hace esa afirmación al momento de identificar al crimen organizado y al narcotráfico, y a la corrupción que de ambos se deriva, como el origen principal de la crisis ecuatoriana.
¿Un acierto librado al azar, a una genialidad o adivinanza? Por supuesto que no, afirma y añade un dato central: es simplemente el resultado del seguimiento de hechos concretos y recurrentes que afectan a una sociedad, a un país, acompañado necesariamente de otra tarea: la de analizar e interpretar los datos duros de la realidad.
En este caso, una realidad marcada por el caos y la violencia que, transformados en datos, es realmente matemática pura. Unas cuantas operaciones matemáticas y se logra un resultado (lectura) irrebatible.
Un ejercicio que parece estar ausente en los diferentes estamentos de la sociedad, sobre todo entre los políticos. Ocurre en Bolivia.
Después de casi dos décadas de vivir bajo un régimen que apostó desde el inicio a la desinstitucionalización, cooptando a todos los poderes del Estado y recurriendo a la violencia para consolidar un proyecto de poder muy vinculado al circuito del narcotráfico, los políticos, los empresarios y muchos sectores de la sociedad civil se muestran hoy alarmados por el caos que estamos viviendo en el país.
¿Nacieron en 2023 o simplemente se aplazan en matemática? La pregunta es inevitable y mucho más que apenas una ironía. Dolorosa, además.
¿Cómo es posible que solo ahora llegue esa alarma? Peor aun, ¿cómo es posible que, en la actual coyuntura marcada por el control y manipulación política de todos los poderes del Estado, esa clase política y líderes sectoriales sean incapaces de leer la realidad y caigan en la trampa del caos que alimenta el gobierno central y su instrumento político, el MAS?
No es una crítica arrancada de los pelos. Basta hacer un breve recuento de los hechos que están marcando la agenda mediática, o los que constatamos a diario en nuestro entorno, para confirmar, lamentablemente, la incapacidad de todos los que se dicen opuestos al MAS y a su ejercicio del poder.
Se aplazan no solo en matemáticas, sino también en ética, al dejarse llevar por el régimen a ese escenario de caos, violencia, dispersión y confrontación. Lo que sucede en la gobernación cruceña es apenas una muestra, entre muchas más.
En este momento no hay un solo sector o rincón del país donde no haya conflicto, no hay una institución libre de la confrontación y división.
Todos se quejan de falta de seguridad jurídica, de indefensión ciudadana.
Pero a pesar de ello no hay una manifestación clara de rechazo, salvo uno que otro discurso, pronunciamiento o marchas y bloqueos esporádicos.
Tampoco se vislumbra un freno a la desbocada carrera del Gobierno para hacerse del poder total. Por el contrario, actúan cada vez más a favor de un gobierno totalitario.
Un gran favor que se traduce en más dispersión de las fuerzas políticas, en más división entre iguales, en más confrontación violenta y en el olvido de los temas centrales, como son sin duda la reforma judicial y la lucha contra el narcotráfico. Centrales, sí, como ya lo muestra la crisis en Ecuador, con una crudeza que lacera el alma.
Allí, como ya lo vive hace años México y lo sigue viviendo Colombia, el olvido de la primera y la permisividad hacia el segundo han causado heridas que siguen abiertas y son cada vez más difíciles de cerrar.
En Bolivia estamos en ese camino. Ya operan aquí cárteles de narcotraficantes, con nexos internacionales, apoyados en bandas criminales que están permeando cada vez más a la sociedad, infiltrándose en la administración de justicia y en la política.
Como en México, “grandes extensiones del país, miles de habitantes, están bajo el control del crimen, no del Estado, están en la mesa todos los ingredientes para una caótica elección (2025, en nuestro caso) donde puede ser el miedo y el dinero ilegal, y no el voto libre, lo que defina quien gana”.
¿Vamos a seguir alimentando el caos, ignorando los temas centrales para salvar lo que nos resta de democracia? ¿Qué más tiene que pasar para evitar llegar a extremos como el visto ahora en Ecuador o el que vive hace décadas Nicaragua?
Ojalá paren de estar repartiendo tiros a troche moche e identifiquen claramente el blanco al cual apuntar y disparar, sin riesgo de errar.
Columnas de MAGGY TALAVERA