La lealtad y la deslealtad
Curiosamente la lealtad ha tenido atención limitada en el campo de la filosofía, para algunos autores la lealtad es una virtud primaria, “el centro de todas las virtudes, el deber central entre todos los deberes”.
Para la psicología la lealtad es una virtud que se desarrolla en la conciencia, es la coherencia entre nuestros valores y nuestra forma de actuar manteniéndose aun frente a circunstancias cambiantes o adversas. En el fondo la lealtad es con uno mismo donde prima el honor, la decencia, el respeto, la gratitud que nunca debiera olvidarse. La lealtad es estar en las buenas y en las malas con quien alguna vez nos tendió la mano. Lo contrario de la lealtad es la traición, la deslealtad.
Pero la deslealtad surge con mayor resonancia en el campo de la política porque afecta al orden público, quizás sea este punto el que hace ver a la política como una de las actividades más sucias de la conducta humana.
De hechos desleales está sembrada la historia de la humanidad, como la traición de Judas a Jesús o el asesinato de Julio César por conspiración de Bruto que dícese fue su propio hijo habiendo quedado para siempre la penosa frase de César en el momento de ser apuñalado: “Bruto, tú también, hijo mío”.
Es conocido que el perro no muerde la mano de quien le alimenta, lo cual lo ubica al humano desleal por debajo de este animal. Conozco la ingratitud de quienes alimenté con ideas y conocimientos, movidos casi todos éstos por la simple ambición política. No merecen más que un escupitajo.
Me imagino que no hay que tener alma para ser desleal y un ejemplo fresco de deslealtades al por mayor se lo tiene dentro de la hermandad masista, ámbito en el que antes se repartían abrazos y besos y desde luego, lo más importante para ellos, riqueza, mucha riqueza, que es lo que más los mueve. Hoy se muerden entre ellos, son hermanos demasiado canallas, la lealtad al jefe endiosado se ha esfumado y éste destila todo su odio hacia sus exsecuaces.
El común denominador de ambas manadas es la deslealtad y los bolivianos estamos a su merced, completados con el alcahuetaje político de opositores y de algunos que ofician de escritores, artistas, académicos y periodistas que se desvivían en alabanzas al jefe pseudo indígena a cambio de recibir una pega o unos cuantos pesos, ubicuos que hoy guardan silencio esperando que de esta infame reyerta emerja el triunfador para adularlo y entregarle sus loas y servicios, conductas tan repulsivas que hasta nos hacen rechazar al mismísimo Don Quijote por decir éste que “el oficio de alcahuete es trabajo de discretos y necesarísimo en la república…”, inaceptable calificación alejada hasta del humillante significado etimológico de esta palabra que viene del árabe hispánico “alqawwád”.
Lo cierto es que estamos rodeados de desleales y alcahuetes.
El autor es jurista
Columnas de GONZALO PEÑARANDA TAIDA