Genocidio contra el pueblo palestino
El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, comentó en tono burlón la demanda presentada por Sudáfrica ante la Corte Internacional de Justicia contra Tel Aviv por propiciar el genocidio contra el pueblo palestino. El máximo tribunal internacional dio una respuesta rápida después de escuchar los alegatos en La Haya y ordenó a Israel prevenir actos de genocidio en Gaza, conclusión que muestra que el mundo ya no es indiferente con el sufrimiento palestino.
Fue la primera vez que el Estado de Israel se vio obligado a comparecer ante este tribunal, acusado de violar la Convención de Naciones Unidas Contra el Genocidio. A lo largo de la historia, especialmente en el siglo XX, se lamentaron genocidios contra poblaciones enteras, como la armenia. Pero, la urgencia para contar con un instrumento jurídico internacional contra el exterminio deliberado de pueblos la marcó el asesinato planificado de seis millones de judíos promovido por el nazismo.
En los alegatos, Alemania sustento la defensa que presentó el Gobierno de Israel y rechazó la acusación de genocidio presentada por la nación de Nelson Mandela. Inmediatamente Namibia recordó a los alemanes que sus abuelos no solamente crearon campos de exterminio en Europa, sino que también asesinaron a poblaciones originarias. Recién en 2021 Berlín reconoció su responsabilidad por las muertes de 150 mil hereros y namas. Esos pueblos fueron exterminados entre 1904 y 1908. (Esas historias no salen en las películas de la Metro o de la Paramount.)
El Gobierno sudafricano fue representado por un equipo multiétnico y plural de juristas que detallaron los hechos por los cuales acusan a Israel de violar las leyes internacionales. Medio centenar de abogados preparan otra acusación contra Estados Unidos y contra el Reino Unido por complicidad con los crímenes de guerra de Israel en la Franja de Gaza.
Varios Gobiernos de América Latina, de África y de Asia, además de los países árabes, expresaron su respaldo a la acción de Sudáfrica, uno de los países con más derecho moral para denunciar los excesos de un Estado contra seres indefensos.
El debate encendió muchos escenarios mundiales, opiniones divididas, sobre todo en torno al término “genocidio”: ¿promueve o no Israel la eliminación sistemática de los palestinos por razones de etnia, religión, nacionalidad?
Las noticias cotidianas nos muestran —y los discursos oficiales israelitas lo subrayan— que la intención del Gobierno de Netanyahu es exterminar al pueblo palestino. Por ello, matan cada 15 minutos a un niño palestino desde hace cuatro meses, sin contar los niños y adolescentes muertos en las últimas décadas.
El ministro israelí de Defensa asegura que han liquidado a 10 mil terroristas. Un dato polémico pues de los 28 mil muertos, más de la mitad son niños, ancianos y mujeres. Israel sabe que no podrá detener a los combatientes palestinos, de las cenizas surgirán nuevos combatientes, nuevas Intifadas como ha sucedido desde 1948. Por ello su objetivo es la destrucción total (léanse las declaraciones de los ministros más radicales y sus temibles propuestas). No es casual que en el Gobierno estén los supremacistas judíos que creen que hay que exterminar a todos los árabes.
Además de las balas utilizan la hambruna. Las autoridades de la FAO denunciaron esta semana que la falta de acceso a alimentos se cierne sobre dos millones de palestinos. “Jamás habíamos visto esto en ningún país”. No hay agua potable; las raciones de comida alcanzan para una vez al día, cuando hay suerte. Los niños intentan en filas interminables que algún mendrugo llene sus escudillas. Hace meses que no pueden bañarse, ni cambiarse de ropa ni ser atendidos en centros de salud por enfermedades comunes.
Los israelíes bombardean hospitales con el pretexto de que ahí se esconden miembros de Hamas. Un comando disfrazado ingresó a una sala y asesinó a tres personas asegurando que eran “terroristas”. Sólo ellos pueden actuar con esa impunidad. En cualquier lugar del mundo, hasta el peor asesino tiene derecho a un proceso.
Israel también mata a los periodistas palestinos —van más de 80— en sus casas, con toda su familia, para que nadie cuente la historia. Esto no sucedió ni en Vietnam, ni en Uganda, ni con Pinochet. La prensa extranjera no puede ingresar para verificar el genocidio. Los corresponsales de la cadena Al Jazeera son acribillados; el principal editor vio morir a su esposa, sus hijos, sus nietos, hasta verse obligado a salir a Egipto. Lamento la indiferencia de la APLP (Asociación de Periodistas de La Paz) sobre este asunto que conmueve a la prensa mundial.
El 30 de enero de 1933 Adolfo Hitler llegó al poder, pocos imaginaron de lo que era capaz. El 27 de enero de 1945, las tropas rusas abrieron el campo de exterminio nazi de Auschwitz-Birkenau; los pocos sobrevivientes relataron el horror que vivieron en esos 12 años.
Esa fecha fue destinada por la ONU para conmemorar la Memoria de las Víctimas. “No olvidar lo que pasó”. En 2024 vemos en vivo y en directo la muerte de miles de palestinos.
¿Quiénes quedarán para contarlo? Netanyahu no va a detener el exterminio y las grandes potencias son sus cómplices, como expresaron los juristas sudafricanos.
Columnas de LUPE CAJÍAS