Crisis climática y la COP28 en Dubái
El fenómeno del cambio climático y la crisis climática constituyen los retos más importantes que enfrenta la humanidad porque trascienden el sistema climático e involucran a la integralidad del sistema ecológico y social. Escenario en el que se desarrolló la última reunión de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (Cmnucc), en diciembre, la COP28 en Dubái, Emiratos Árabes Unidos. Sede que tuvo muchas críticas, ya que se trata de un país con gran poder en el negocio petrolero cuando un tema clave en la ambición climática pasa por poner fin a combustibles fósiles, causantes del 75% de los gases de efecto invernadero (GEI) y 90% del dióxido de carbono, principal gas invernadero.
El cambio climático es una realidad a nivel planetario, como demuestran las olas de calor y los fenómenos extremos en todas las regiones del mundo. Al respecto, el informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) afirma que la temperatura media mundial registrada en 2023 se situó en torno a 1,40 (±0,12) °C por encima de la media del período 1850-1900, siendo el año más cálido de los últimos 174 años que conforman el registro.
Las rutas de la gestión y gobernanza climática son cada vez más complejas por los intereses de los negocios fósiles y las lógicas extractivistas de un modelo civilizatorio hegemónico, dominante, violento, devastador, excluyente y desigual. Situación que evidencia que el “punto de no retorno” para la humanidad y los ecosistemas planetarios está cada vez más cerca. Entendiendo éste como el punto en el que no hay vuelta atrás, es decir, donde se superan los puntos de inflexión climáticos y se desencadenan desequilibrios ecosistémicos devastadores, sumiendo al planeta y a la humanidad en escenarios de alta vulnerabilidad e incertidumbre.
Pero cuáles son los resultados de la COP28 en Dubái y los desafíos frente a la crisis climática. Una evaluación rápida al respecto identifica que, aunque se obtuvieron algunos logros, éstos no están a la altura de la ambición climática que exige la emergencia planetaria. Se reconoció la necesidad de ir dejando los combustibles fósiles e iniciar un proceso de transición energética, pero el desafío está en superar la retórica y alcanzar acciones concretas, cuidando que sea una transición justa, desmercantilizadora de la energía, transformadora del sistema energético actual, que permita enfrentar las pobrezas e inequidades energéticas, reduzca el consumo de la energía y no profundice el extractivismo y las falsas soluciones, como la captura y almacenamiento de carbono, energía nuclear, instrumentos de mercado y combustibles de bajas emisiones, hidrógeno verde, etc., las cuales no abordan las causas estructurales y fomentan métodos de transición inseguros e injustos.
Por otro lado, aunque se aprobó el fondo de pérdidas y daños, su financiamiento es insuficiente para los procesos de transición y adaptación en países en desarrollo; es necesario exigir el aumento de los fondos en cumplimiento a las responsabilidades y deudas históricas de los países desarrollados. El Informe sobre la Brecha de Adaptación 2023 del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) calcula que los costos y necesidades de adaptación para los países en desarrollo están en el rango de 215.000 a 387.000 millones de dólares anuales, muy superiores a los cálculos estimados de los 100.000 millones de dólares que se discuten en las negociaciones y que aún no se han podido comprometer.
A esto se suma que los acuerdos siguen siendo no vinculantes, dejan a las acciones voluntarias de los gobiernos, a las circunstancias de los países, evidenciando que no hay compromisos ambiciosos y se subordina el clima, el planeta y la vida a los intereses y salvaguardas económicos que protegen un modelo mercantilizador, acumulador, incapaz de internalizar el riesgo que significa sobrepasar los límites naturales en un planeta finito.
Por tanto, es necesario mayor ambición climática por parte de los Estados y procesos de fortalecimiento de las ciudadanías ambientales y climáticas, que demuestren el compromiso por el cuidado y la defensa de la vida.
Columnas de TANIA RICALDI ARÉVALO